José, hacía poco que llegara a aquel pueblo, en donde estuvo unos días de alquiler; hasta que se compró un piso de segunda mano, aunque en buen uso, al que tuvo que hacer unas pequeñas reparaciones para poder meterse a vivir en él. Luis, el obrero que se lo reparó, le invitó a asistir al domingo siguiente a la iglesia de sus creencias, que estaba un poco alejada, por eso irían en su coche.
José, por no darle la contraria aceptó la invitación; aunque en su interior creía que aquello era flor de un día, pues ninguna religión le había comido el coco, ni creía que aquella se lo iba a conquistar.
Cuando llegó el domingo, José esperó a Luis en donde habían acordado y cuando este llegó con su coche, ya traía tres personas más con él. Saliendo con dirección al destino acordado. No obstante en el camino, aun recogieron a otra persona. Total que eran seis los que iban en el coche, que como máximo tenía 5 plazas, aunque fue por poco tiempo.
Al llegar al destino, Luis tuvo que reunirse con los jefes de su congregación. Mientras que José antes de empezar los actos religiosos, esperó como una hora en las afueras de la iglesia, en compañía de los compañeros de viaje, quienes le fueron presentando a muchos de los que como ellos allí estaban esperando, que lo recibieron como uno más de la congregación, en donde lo más corriente era darse la mano, cuando no eran abrazos y besos en la mejilla. Con lo que, José estaba un poco aturdido ante tanta amabilidad.
Mientras que esperó, nuestro amigo también se enteró de que los componentes de aquella asociación religiosa, tenían que abonar el -diezmo- para mantenerla y eso ya no le parecía tan amable para sus escasos ingresos, si es que un día pudiera caer en la red de aquella iglesia, cosa que le parecía poco probable.
Llegada la hora del comienzo de los actos religiosos, todos entraron en la iglesia incluido José, que como era la primera vez, entró acompañado de un amiguete con el que cogió cierta amistad mientras que esperaban y este en voz baja, le fue indicando las actuaciones que había aquel día en los actos religiosos, que por lo que fue observando, eran más actuaciones musicales cantadas, que oraciones convencionales.
Al cabo de algún tiempo después de terminar los actos religiosos, que en su conjunto le gustaron a José, este y sus acompañantes salieron con dirección a su casa en el coche de Luis, quien le fue preguntando si le había gustado lo que vio, contestándole que sí, y desde esa primera vez, todos los domingos va con su amigo a los actos religiosos de aquella secta, de la cual se hizo un ferviente seguidor más, pagando el 10% de sus menguados ingresos, pero totalmente convencido de que vale la pena.
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