Una niña, por un camino tenebroso

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Por carta, en aquellos tiempos era la forma de comunicarse cuando se estaba lejos de casa, porque en las zonas rurales no había teléfono para poder dar o recibir cualquier noticia. Por falta de esa comunicación en aquel pueblo de campo, la familia de Luisa (una niña de 12 años) no sabía que esta venía aquella noche de la casa de una tía, en donde estuviera unos meses. Pues por noticias anteriores, creían que vendría la tarde-noche del día siguiente.

Sin embargo, por motivos ajenos a su voluntad; la niña tuvo que adelantar en un día el regreso a su casa, mandándole a su familia una carta informándole de lo que pasaba. Aunque la carta no había llegado, cuando la niña, se presentó en casa la noche anterior a la que quedaran de ir a esperarla al autobús.

Es que tenía que caminar de noche, más de una hora y por un camino de un monte bastante tenebroso por la maleza alta que existía por casi todos los alrededores, que hasta a un mayor le causaba mucho respeto. Pues contaban los mayores, que en un pasado no muy lejano, en ese camino sucedieran algunos sucesos luctuosos, como lo habían sido intentos de ataques de lobos a algunos mayores y hasta hubiera un asesinato de un hombre, por intentar defenderse de unos ladrones, los cuales después de matarlo, se llevaron el dinero que había cobrado de vender una vaca.

Cuando por sorpresa, en aquella noche tan oscura, la niña se presentó en casa. Los padres y sus hermanos incrédulos, no se cansaban de preguntarle por el motivo de venir antes del día y con quien había venido.

La niña, después de hablar de tener que regresar antes del día señalado y de la carta: dijo que cuando el autobús llegara a su parada, ya  era de noche cerrada. Bajándose allí ella sola y al ver que nadie la estaba esperando, ni tenía a quien pedir auxilio, no tuvo más remedio que ponerse a andar el camino si quería llegar a la casa, porque no tenía otra alternativa.

Para luego contar, que como no tenía una linterna y al estar todo tan oscuro, se tuvo que guiar por la poca claridad que veía por el centro del camino, pues a los lados, como bien sabían ellos, casi todo eran matas y arboles altos. Por eso, después de varios conatos, se había caído un par de veces, al tropezar en las piedras que había sueltas, -enseñando alguna rozadura-.

También en un momento dado, hoyó el aullido de un bicho (que debía de ser de un zorro, por lo que le dijo su padre). En otra ocasión de junto a ella arrancó volando un ave nocturna: todo eso y el miedo que traía, en el transcurso del camino se le puso el corazón a mil por hora, que no sabe ni como no se desmayara antes de llegar a la aldea, que fue cuando se tranquilizó un poco y más tranquila estaba ahora que estaba en casa. Aunque lo pasara muy mal.


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