Dr. Cornelia Paun Heinzel: Universidad- Cuerpo Y I parte

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Dr. Cornelia Paun Heinzel:Universidad- Cuerpo YI parte del libro  El cartero nunca más llama dos veces„ o Sueños...sueños...sueños...

 En frente, una fascinante mezcla de cuerpos geométricos protegidos por delicados velos - desde el verde claro de las primeras briznas de hierba, al eterno y oscuro verde de las agujas de los pinos - que se intersecan en las formas más increíbles... Parecía que un niño jugaba con gigantes hiperboloides, con enormes elipsoides y paraboloides, y los lanzaba aleatoriamente al aire, y ellos cayendo de forma caótica sobre las cimas de las montañas. Y lo más sorprendente eran las curvas resultantes de la intersección de las dos formaciones montañosas frente a nosotros...

Camelia se puso la camiseta sobre el traje de baño. A pesar de encontrarse en el mes más caluroso, los picos cubiertos de nieve de los Montes Bucegi le quitan las ganas de tomar el sol. Camelia portaba una pequeña mochila y continúo caminando lentamente en los pasos de Liviu. Detrás de ella estaba Roland. Cortando transversalmente la cuesta de la montaña, Camelia observo que Liviu dio un paso demasiado largo. Con sus pequeñas botas debía caminar sobre los pasos de alguien, o de lo contrario, podía deslizarse. Ella era la única en el grupo que no era escalador y no tenía botas adecuadas... y Roland también, a pesar de ser un escalador experimentado, él había ido solamente con la intención de pasear en Predeal, por lo que iba poco preparado y sin el equipamiento apropiado. Se reunió con el grupo de amigos de escalada en la estación, fue invitado al viaje y él se mostró de acuerdo inmediatamente.

– Pero aquí no hay rastros - dijo Camelia preocupada.

Al momento siguiente continuó cuesta abajo hacia el abismo. El ritmo era alucinante, porque el deslizamiento era terrible sobre la nieve.

"¡No hay salida! ¡Mira si muero!" - pensaba Camelia. Al siguiente segundo se golpeó en algo. Era Roland, que regresando sobre sus pasos en la nieve a toda velocidad. "Es necesario hacer algo para parar." - pensó Camelia, como despertando de un sueño, girando.

Entonces sintió algo frío en todo el cuerpo. "¡He muerto!" - pensó Camelia.

Un instante después vio que estaba suspendida en una roca sobre una pared vertical a unos cientos de metros. Se agarraba con una mano a un pedazo de roca y con la otra a un trozo de hielo flotante. Todo su cuerpo estaba sumergido en la nieve y un hilillo delgado de sangre goteando del cuerpo.

En la diagonal, en el límite del precipicio se encontraba Roland. El grupo de excursionistas que estaba arriba, había comenzado a gritar impaciente:

 – Descenderemos rápidamente. ¡No os preocupéis! ¡Menos mal que estáis vivos!

El descenso duró media hora, bajando más de 70 pies en el abismo hasta llegar a la nieve. Camelia tuvo tiempo suficiente para recordar todo lo que había sucedido durante el día. El domingo por la mañana debía ir a una excursión con Mihaela y su marido Mihai a la montaña. Camelia estaba muy entusiasmada porque nunca había realizado una excursión de este tipo. Con sus padres sólo había viajado en automóvil y siempre se había alojado en un hotel durante las vacaciones. Nunca había estado alojada en una tienda de campaña, además generalmente iban al mar, no a las montañas.

En el colegio donde seguía los cursos con perfil de matemáticas-informática y en la universidad, perfil técnico, los compañeros de clase eran generalmente chicos. Entre las chicas solo una o dos estaban dispuestas para ir de excursión. Las compañeras que no eran de Bra?ov, eran mayores y se debía a que habían estado trabajando, por lo que entraron más tarde en la universidad. Ahora conocía a Gabriela, miembro de un grupo dedicado a la protección de la naturaleza, de la universidad, contaba con algunos estudiantes de la Facultad de Ciencias Forestales. La excursión que se iba a llevar a cabo era de un solo día.

Durante la semana anterior habían ido por algunas colinas más allá de S?cele, donde habían encontrado unas flores raras, protegidas por la naturaleza y las habían fotografiado. A Camelia le gustó mucho. El sendero era fácil de transitar y ¡las flores eran tan hermosas!, además Camelia amaba a las plantas. Pero en ese momento los miembros del grupo decidieron realizar una ruta más difícil. Camelia no había hecho un viaje así por la montaña y en ningún caso, con personas con una amplia experiencia en la escalada, que habían realizado subidas sobre Tatra y Pamir. Así que eligió unas botas elegantes, de deporte y de calle, porque no sabía qué calzado era necesario para la montaña. En la estación de Bra?ov se encontraron con Roland, amigo de Liviu -el arquitecto-, que era el miembro más viejo del grupo. Él tampoco estaba preparado para la montaña, porque planeaba caminar únicamente por Predeal con el fin de meditar tras un divorcio reciente, antes de su salida definitiva hacia Alemania...

– ¿Cómo estás Roland? ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Ven con nosotros! Hoy vamos a escalar en Bucegi - dijo Liviu.

Roland disfrutó de esta oportunidad inesperada y aceptó sin discusión. Se bajaron del tren en Bu?teni y comenzaron a subir los picos de las montañas. A pesar de ser verano, las laderas estaban cubiertas de nieve. Camelia comenzó a caminar sobre los pasos de Liviu, porque parecía el más seguro, siendo el mayor del grupo. Tenía unos cincuenta años y venía con su esposa, profesora de matemáticas. Roland era alegre y jugueteó todo el camino, él siempre iba detrás de Camelia y empezó a recolectar flores de rododendro. Camelia estaba generalmente mimada por los hombre que tenía a su alrededor. En la universidad, sus compañeros de estudios siempre intentaban complacerla, igual que algunos compañeros, de la Universidad de donde trabajaba, que tenían más o menos su edad.

Mircea, el profesor asistente en el grupo era el más taciturno y sólo dijo unas pocas palabras. Se detuvieron en una ladera para comer. En el lado opuesto un oso hizo su aparición, a esa distancia no era peligroso y lo pudieron admirar sin problemas. La comida era vegetariana dado que la carne y otros productos cárnicos además de los productos lácteos e incluso los huevos habían desaparecido del mercado. Así que la profesora de matemáticas preparó rápidamente en un bol una ensalada a base de tomates, pepinos y cebollas. Mihaela había traído con un tarro de zacusc?[1]; ella tenía una receta elaborada sólo con pimientos y mostaza, que había dado a Camelia también. No faltaba ni la ensalada de berenjenas ni el hummus de alubias blancas.

 

[1] Plato tradicional de la cocina rumana, muy parecido al pisto manchego. (N. del T.)


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