DR. CORNELIA PAUN HEINZEL UNIVERSIDAD CUERPO Y PARTE II

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Dr. Cornelia Paun Heinzel:Universidad- Cuerpo Y„ II Parte del libro  El cartero nunca más llama dos veces„ o Sueños...sueños...sueños...

Después de comer, el grupo continuo el ascenso, aunque hacía calor, alrededor de ellos solo había nieve.

Mihai fue en ayuda de Camelia. Ahora parecía confiar solamente en él. Era un hombre recio y Camelia subía agarrándole las piernas gruesas como troncos de árboles. Hasta ese momento había evitado ir con Mihai. Gabi estaba un poco celosa pero no quería molestarla. Camelia sabía que era muy hermosa. Ella había pensado en que no quería que a su colega le importara. Pero ahora ya no le importaba, lo único que quería era llegar segura a su casa. Allí, arriba, en los picos, María, la esposa de Liviu, tuvo una crisis nerviosa:

– ¡Por haber elegido principiantes, mira lo que nos pasó! Mañana temprano debo estar en la escuela a las ocho y llegaré tarde si no puedo coger el primer tren desde la estación de Bu?teni. ¡Además, tengo reunión del partido!

– Pero nosotros somos culpables - dijo Mihai. Esta es una ruta de cuerda, para nosotros, los escaladores experimentados, es fácil, pero no pensamos en el resto del grupo. La próxima vez será necesario tener más cuidado. En esta ocasión tuvimos suerte de que no ocurriese nada malo, no quiero ni pensar que habría podido pasar.

Tras media hora en la nieve recibiendo directamente los rayos del sol Camelia tuvo un choque hipodérmico y estuvo temblando algunos minutos. Roland también... Probablemente se trataba también del shock de lo ocurrido. Después volvieron a su estado rápidamente, tras oír los gritos de María:

– ¡Vámonos rápido de aquí!

Durante el camino de descenso desde la cima de la montaña, Camelia seguía las fuertes piernas de Mihai que agarraba temblando, desesperada, como si esta fuera la única solución para no deslizarse en una misteriosa cueva en la montaña.

– ¡Deja que ahora me ocupe yo de ti! -dijo Mihai que era un hombre corpulento. Camelia había pensado que no podía ocurrir nada malo en la montaña, -algo tan maravilloso, como la montaña- se dijo Camelia -no puede ser peligroso-.

 Incluso después del accidente, todo parecía un sueño. Sólo sentía los rasguños en la piel como eran una realidad. Por suerte, se había puesto su camiseta antes de la caída. No se había dañado ningún órgano interno. Sólo una piedra la había golpeado un poco en la cara y notó que le goteaba un hilillo de sangre.

Subieron al tren y Camelia tenía un hambre feroz, y Roland también. Pero sólo quedaba el tocino. Normalmente Camelia no comía tocino, pero en esas circunstancias le parecía lo mejor además comieron todo el pan que les quedaba. En la estación de trenes de Brasov la estaban esperando su madre y su hermana.

– ¿Te ha pasado algo, Camelia? - preguntó la madre de Camelia. Tuve una mala sensación esta mañana - comentó.

– No, no, todo fue bien - dijo Camelia rápidamente. Ella quería realizar más viajes y por lo tanto quiso evitar decir la verdad.

Cuando se acercaban al hospital provincial, Camelia le dijo a su madre suavemente:

– Madre, nos caímos en la montaña y tengo que ir al médico.

En la sala de urgencias, el joven doctor sonrió cuando vio a Camelia y le preguntó:

– ¿Qué le pasa señorita? ¿Otra vez se ha herido? Debía haber venido conmigo. ¡Yo le habría protegido! Y no le hubiera ocurrido nada. Por no haber aceptado mi invitación para asistir al un espectáculo de teatro, ¡mira lo que le ha pasado!

La noche anterior, cuando Camelia estaba lavando una botella de leche, el agua iba con tal presión que rompió tanto la botella gruesa como el lavabo. Algunos de los trozos se le habían clavado en su pierna y su madre le dijo que fuera al servicio de urgencias para que le pusiesen una inyección contra el tétanos. Estaba de guardia el mismo médico.

Durante tres días seguidos a Camelia le sucedieron percances. La noche anterior, se encontraba en el coche cerca de la curva hacia R?c?d?u, del Hospital Provincial, cuando un todoterreno estaba a punto de chocar contra su coche.

– Estaba en la montaña y me caí - dijo Camelia, incomoda, al doctor.

Era necesario desinfectarle las heridas, ya que las piedras le habían entrado tanto en la espalda, como en los brazos. Por suerte no era nada serio.

– Te dije que no subieses a la montaña - dijo su madre - es peligroso.

En los días siguientes Camelia supo por Gabriela que Roland contó que se había deslizado tras ella para salvarla. Él era alpinista. Sin embargo, tenía la posibilidad de caerse porque no llevaba el calzado adecuado, y se deslizaba en la nieve. Sin embargo, de la manera en que reaccionó parecía una víctima también. Pero si no se les hubiera unido Roland en la estación y Liviu no lo hubiese invitado, y si él no hubiera estado allí, Camelia no hubiera intentado -cuando se cayó en el abismo- pararse y quién sabe qué habría ocurrido. Ese abismo tenía también un nombre predestinado, "Quebrada del diablo", porque muchos habían encontrado la muerte allí, siendo una pared recta de roca, que comenzaba exactamente donde se habían detenido.                              

Al día siguiente, Camelia se despertó como si no hubiera ocurrido nada especial el día anterior. Como de costumbre, Camelia recorría el camino a pie hasta la Universidad, tal como hacía cuando era estudiante. Ella no quería ir en el trolebús. Ella vivía en el Boulevard Central y estaba acostumbrada a llegar rápidamente al centro de la ciudad, donde estaban los edificios de la Universidad. La ruta era tan agradable que ella deseaba soñar.

Entró en el laboratorio, donde la luz se vertía en cascada a través de los grandes ventanales que ocupaban casi toda la pared exterior. Al frente, en las dos primeras filas se habían sentado los estudiantes más mayores. Pronto ella comprendió que ellos se habían colocado así intencionadamente. Probablemente se habían enterado que venía una persona recién graduada de la Universidad. Camelia era menor que algunos de sus estudiantes, no solo porque ella comenzó la escuela a los cinco años y medio, sino también porque había muchos estudiantes que debían ir al ejército antes de comenzar la Universidad. Rubia, esbelta, con figura de muñeca, grandes ojos negros y boca pequeña, Camelia sabía que siempre aparentaba mucho más joven de la edad que tenía. Durante el invierno había encontrado la solución a este problema: Ella vestía con ropa nueva, un tres cuartos de nutria negra y un sombrero de zorro polar.

El curso lo llevó a cabo durante el segundo semestre del segundo año académico. Durante el seminario, ella descubrió que los consejos de su profesor coordinador el Sr. Toia le habían sido útiles. Él le había dicho que debía retener los resultados parciales y finales de los cálculos de los problemas abordados durante el seminario coordinado, con el fin de comprobar la exactitud de sus resoluciones. De esta manera ella ahorraría tiempo y vería si cualquier estudiante había cometido algún error en la tabla. Sabía que solo eligen al mejor de esta especialización, la distribución en el gobierno era buena, tras finalizar la universidad. 

 

 

 

 

 


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