GRAN GOBERNADOR
Éste era un pastorcillo que compró un rebaño de ovejas, pretendiendo que éstas hicieran caso de sus órdenes y así sentirse poderoso y dueño de algo. Quien no paraba de darles grandes sermones y poniendo gran énfasis en lo que decía, pero sin llegar a atraer la
atención por parte de éstos. A viva voz gritaba:¡yo soy el rey de los montes, todo cuanto veis es posesión del Gran Gobernador, que aquí tenéis presente!. No salían de su perplejidad nuestras pobres ovejitas. Entonces creyó el hombre de tan extraordinaria riqueza, que la solución sería comprarse un megáfono y poder hacer más alto y sonoro el mensaje que pretendía transmitir. No salían de su asombro estos animalitos ante tales pretensiones. Con el tiempo fue decayendo el ánimo del Gobernador de las grandes extensiones de tierra y todo lo que en ella había, que al no atender debidamente a su ganado, conllevó la desesperación dentro del rebaño, acabando las ovejitas desorientadas y presas del pánico. Las cuales fueron pereciendo por uno u otra razón. Pero su extraño dueño no parecía darse cuenta del desastre que estaba generando, quien seguía perseverando en su condición de Gran Gobernador. Llegando un momento en que el rebaño acabó por desaparecer, mientras el pastorcillo pensaba que por fin se habrían dado por enteradas las olvidadas y muertas ovejitas.
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