Los amigos y las amigas de mis hijas

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Aunque nuestra casa es muy pequeña y forma parte de un condominio horizontal, tenemos la fortuna de contar con una alberca. Mis hijas que ya estaban en la universidad, insistieron mucho para poder traer a sus compañeros de clase un fin de semana.

Solo eran cinco chicas y tres chicos muy agradables. Casi no pude disimular mi pasmo cuando vi especialmente a Vanessa que llevaba un minúsculo bikini. Parecía un cromo salido de una revista de modelos. Yo era el encargado de la carne asada. También noté que a mi esposa le costaba trabajo disimular para no ver a uno de los chicos que se había puesto un traje de baño entallado que dejaba ver que estaba bien dotado por la naturaleza además de que tenía un cuerpo magnífico esculpido por el ejercicio.

Todo transcurría normal y para mi sorpresa, Vanessa parecía coquetear conmigo. Corroboré que no era mi imaginación cuando salió de nadar y aparentando que tenía mucho frío se pegó a mí. “señor que calientito está” y sentí sin más, sus senos firmes como roca y fríos como mármol. ¿Quieres una hamburguesa? “Claro, se ven deliciosas. Es usted muy hábil” me contestó al mismo tiempo que me guiñaba un ojo. Mis hijas se escondían en donde podían seguramente para hacer de las suyas con sus amigos. Las otras chicas no paraban de hacer escándalo en un juego de voleibol.

Solo me faltaba uno de los chicos al que mi esposa condujo al baño.

¿Me podría poner un poco de bloquedor en la espalda” me dijo Vanessa sorpresivamente, quiero recostarme a tomar el sol un poco. Claro, contesté un poco nervioso sabiendo lo que me esperaba. Sin más, ella entró a la casa ocultándonos de las miradas de los demás. Empecé suave y de pronto ella se quitó la parte superior del bikini. “No quiero que me haga marca”. Yo estaba más nervioso pensando que mi esposa se aparecería en cualquier momento. Cuando terminé, ella se bajó la parte inferior dejando ver unas nalgas espectaculares.  “Por favor Arturo” dijo tuteándome como si nos conociéramos de hace años. Yo sentí la humedad en mi miembro que ahora me era difícil ocultar. Cuando por fin terminé ese suplicio que tanto placer me dio. Ella se acomodó su bikini, dijo un “gracias” con la inocencia de una niña y se fu a tirar al pasto sin abrochar su sostén. Yo me quedé con una erección a punto de explotar.

Me acordé de mi esposa que ya llevaban más de 10 minutos desaparecida con Antonio. Subí muy despacio y entonces escuché un jadeó muy sutil. La recámara estaba entre abierta y pude ver a mi esposa que estaba con su falda levantada, las bragas en el piso, recargada en la cama con las manos. Antonio  la estaba penetrando por atrás tomándola de sus pechos. Parecían dos perros en brama. Entraba y salía a una velocidad impresionante. No pude menos que envidiar el vigor juvenil de Antonio. Casi para terminar, cuando sintió que Antonio terminaba, mi esposa se zafó y se llevó el tremendo falo a su boca. Lo exprimió y apenas pude irme al baño de visitas cuando vi que los dos se apresuraban a salir.

Iba a masturbarme cuando oí que Vanessa estaba pidiendo permiso para subir al baño. Mi esposa le indicó el camino y se salió con Antonio al jardín. Calculé el tiempo y exactamente cuándo Vanessa subía el último escalón yo salí completamente desnudo secándome la cara. Ella lanzó un hoo. Me hice el sorprendido y tapando mi erección le dije “perdón Vanessa, no pensé que hubiese nadie”. Ella permaneció callada y se acercó despacio sin decir nada. Me quitó la toalla y me besó. Repetimos casi exactamente el número de Antonio y mi esposa, solo que yo no quise desaprovechar la oportunidad de besarl profundamente en la bocaa a esa espectacular chica y penetrarla en  posición de misionero.

Tenía una vagina exquisita y estrecha. Cuando terminamos solo me dijo: “esto es una fantasía hecha realidad: sexo con el papá de mi mejor amiga”. “Prométeme que no será la última vez”.

Cuando quieras mi niña, eres una mujer imposible de olvidar. Ella preguntó “¿Me inivtarías a salir alguna vez?”


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