Juan y la botella mágica

Aquel día Juan salió tarde de su trabajo, había sido una jornada de mierda llena de frustraciones e injusticias, sin embargo el ínfimo consuelo que le quedaba era, que le habían pagado su mísero sueldo.

Mil ocurrencias vinieron a su cabeza, desde pagar a un sicario para liquidar a su jefe con métodos que harían sentirse ruborizado y horrorizado al más salvaje verdugo del estado islámico, hasta organizar una divertida orgía con abundancia de alcohol, drogas y prostitutas enanas, albinas, mutiladas, hermafroditas y ojalá embarazadas. En desmedro de todas aquellas bizarras ocurrencias, terminó solo triste y abandonado en su humilde habitación, no sin antes comprarse una cerveza en la botillería de la esquina.

Mientras miraba el techo, escuchaba “Comfortably Numb” de Pink Floyd en su celular viejo y bebía su cerveza barata, alguien toca la puerta con desesperación, con el bóxer con su elástico desgastado y con una camiseta sudada, se levanta a regañadientes de su seboso sillón y va a abrir la puerta, era un jorobado quien con una voz aguda y llena de angustia le dice que por favor le ayude comprándole una botella con un extraño líquido verde, aparentemente ornamental, ya que llevaba más de 3 días sin comer. Juan lo miró incrédulo, y a la vez con una sensación de perversa alegría, al ver que había gente que estaba más cagada que él, esbozo una falaz mueca de compasión y le dijo: “sabe mi amigo, tengo quinientos pesos, no sé si le sirve…”.

El deforme y hediondo señor jorobado, tomó los quinientos pesos, besó la mano de Juan, y se marchó mascullando una macabra sonrisa, para finalmente desaparecer entre las sombras.

Juan aun desconcertado con el extraño suceso, solo atinó a volver a echarse en su sillón y siguió bebiendo su cerveza medio tibia.

Mientras sonaba la canción y en un intento patético de emular la voz cantando en un patético  inglés, se dio cuenta de que la cerveza se había terminado, pero que su sed había aumentado, era viernes y no había motivo por el cual cuidarse de no embriagarse o drogarse, así que en un esfuerzo sobrehumano, levanta su gordo trasero del sillón y va al refrigerador, en donde se encuentra con un sobre de mostaza abierto y casi vacío, un limón a la mitad lleno de hongos, un pote de mermelada casi vacío aparentemente de sabor a  fecas de gato avinagrada por el hedor que emana y unas cubetas de hielo a medio llenar. Desilusionado miró a la mesa, en donde destacaba casi de forma celestial y divina la botella con el líquido verde que le había vendido el jorobado hediondo, miró los hielos y se dijo: “Se armó!”.

Llevó a la mesa un vaso con 3 hielos, abrió la botella, y el aroma que emanó de esta fue hipnótico, Juan sin dudarlo y embobado por el sublime fulgor que adquirió el líquido al abrirla, vertió una cantidad suficiente para llenar el vaso.

En su viejo celular, sonaba “Light My Fire” de The Doors, brindó con el aire, y se bebió un buen sorbo del extraño elixir.

En segundos, Juan sintió un efecto sublime en su cuerpo y su mente, sentía fuego en su interior, se sentía invencible, se sentía omnipotente y omnisciente. Con esa sensación salió de su casa, vestido con el bóxer con los elásticos desgastados y su camiseta sudada medio aceitosa, gritaba soberbio a los cuatro vientos que era el rey del universo, que nada ni nadie podía detenerlo, mientras corría como un sobremasturbado Usain Bolt, hasta que de pronto surge de la nada una camioneta vieja y roñosa, Juan al verla, se pone delante de ella con sus manos al frente, la camioneta lo arrolló brutalmente. Metros más allá, se detuvo la camioneta, y se baja un tipo cojeando, con un fuerte hedor a meado y a mugre, coronaba esa silueta una joroba.

Era el jorobado, quien al estar sobre el agónico Juan que le pedía clemencia, lo mira, sonríe maléficamente, se saca su verga y mientras lo orina en la cara le dice :”Sabe mi amigo, solo tengo meao, no sé si le sirva” …. .