Mi libro, C. 29

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Tercera Cruzada: Las injerencias del Reino de Jerusalén en el caduco califato fatimí de Egipto condujo al sultán Nur al­Din a ordenar a su subalterno Saladino a aceptar la postura. Pasó poco tiempo antes de que Saladino se hiciera el dueño de Egipto, aun así siempre acató el poder de Nur al-Din hasta su fallecimiento en 1174. Aunque después de morir, Saladino se coronó como monarca de Egipto (aunque existía un sucesor a la corona de Nur al-Din, su vástago falleció envenenado con tan sólo 12 años) y de Siria, con lo que se inició la estirpe ayyubí. Saladino que era culto además de unificar a los clanes árabes desde Egipto hasta Siria, también unió de la dirección política y marcial.

Igual que Nur al-Din, Saladino era un árabe fervoroso y resuelto a echar a los cruzados de Tierra Santa. Balduino IV de Jerusalén se encontró cercado por el mismo Estado, viéndose forzado a rubricar débiles pausas esperando aplazar el ineludible desenlace.

Después de fallecer el monarca Balduino IV de Jerusalén, el Estado se partió en varias unidades, pacificas o guerreras, y se transformó en monarca, por estar casado con la hermana del prelado muerto, el líder supremo de la milicia unido de Jerusalén: Guido de Lusignan. Quien cooperaba con una posición belicosa y de no convenios con los sarracenos y quería su sumisión y vencimiento en batalla, idea que sus opositores rebatían sabiendo la desventaja que los soldados católicos poseían delante del ejército de Saladino. El fanatismo en la religión y la cooperación con el ala más fanática de la orden de los Templarios en sus envestidas contra varios poblados y organizaciones sarracenas terminarían en una guerra entre Guy de Lusignan y el mismo Saladino. Por ese motivo, se le achaca a Guy de Lusignan el fracaso y tener que abandonar a Jerusalén por su obstinación en confrontarse con las tropas de Saladino y por la falta de vista para proteger la capital junto con sus ciudadanos.

Reinaldo de Châtillon era un bandolero con título de noble que no se estimaba sujeto por las pausas rubricadas. Atracaba las expediciones e inclusive organizó caravanas de corsarios para asaltar a los buques de penitentes que se dirigían a La Meca, capital muy notable para los árabes. El asalto final ha sido contra un convoy donde viajaba la hermana de Saladino, quien dijo que él lo mataría. 

Proclamado el conflicto, la mayor parte de las tropas cruzadas, en unión de los Templarios y los Hospitalarios, el 4 de julio de 1187 se confrontaron con el ejército de Saladino en los Cuernos de Hattin. Las tropas cristianas han sido vencidas, quedando la monarquía abandonada y extraviando una de las fracciones de la Vera Cruz.

Saladino el mismo asesinó a Reinaldo de Châtillon. Varios de los nobles Templarios y Hospitalarios cogidos han sido asimismo ajusticiados. Saladino inició la ocupación de la mayoría del feudo, excepto las zonas litorales, surtidas por la mar, luego en octubre ocupó Jerusalén. Equiparada con la conquista de 1099, esta ha sido con poca violencia, pero sus gentes tuvieron abonar un cuantioso pago y varios han sido oprimidos. La monarquía de Jerusalén se esfumara.

La pérdida de Jerusalén convulsionó al continente europeo y en 1189 el papa Gregorio VIII reclamó otra cruzada. En la que intervinieron monarcas de los más notables de la cristiandad: Ricardo Corazón de León (hijo de Enrique II y de Leonor de Aquitania), Felipe II Augusto de Francia y el emperador Federico I Barbarroja (sobrino de Conrado III). El que, liderando la milicia con más poder, continuó por la vía terráquea, en la que tuvo varios muertos. Llegando a Siria, el soberano falleció cuando se mojaba en el río Salef (Turquía) y sus tropas ya no siguieron camino a Palestina.

En su estancia en el Reino de Hungría Barbarroja le solicitara al príncipe Géza, hermano del monarca Bela III de Hungría que se aliase al ejército cruzado, de esa manera, unas fuerzas de dos mil hombres húngaros salieron acompañando a los alemanes. Aunque después de los enfrentamientos, el monarca húngaro pudo reclamar la vuelta de sus tropas, Géza, su hermano más joven, se quedó en Constantinopla casándose con una aristócrata bizantina, pues carecía de vínculo con Béla III.

Las tropas francesas e inglesas arribaron por el mar. Su inicial (y única) victoria ha sido la conquista de Acre el 13 de julio de 1191, después de la cual Ricardo produjo una mortandad de millares de presos. Esta escabechina le proporcionó valor para continuar con dirección al sur hasta llegar a su objetivo: Jerusalén, y también le sirvió de mote por el que fue recordado siempre, Corazón de León.

Felipe II Augusto se encontraba descontento por los conflictos de su nación e incómodo por los enfrentamientos con Ricardo Corazón de León, por ese motivo volvió a Francia, legando en Ricardo la dirección de la cruzada. Quien alcanzó los aledaños de Jerusalén, aunque en vez de sitiarla optó por rubricar un aplazamiento con Saladino, recelando que sus tropas mermadas de 12.000 unidades se vieran incapaces de aguantar el asedio de Jerusalén. Teniendo en mente otra cercana cruzada y en no exponer a sus milicias a un desastre que privaría a los cristianos de tomar más tarde el dominio de la Ciudad Santa, llegaron a un acuerdo con el propio Saladino, el que asimismo se encontraba extenuado y mermado, un descanso que permitía la llegada de los penitentes a Jerusalén.

Seis meses más tarde murió Saladino. En 1199 falleció Ricardo por una infección producida por una flecha en su vuelta a Europa. Así, terminaba la Tercera Cruzada sin éxito en ambas partes, quedando sin ilusión los Estados galos. Era una duda del momento para que perdieran la delgada faja costera que dominaban. Aunque, aguantaron 100 años más.

Después rubricar la paz en la Tercera Cruzada y el fallecimiento de Saladino en 1193, pasaron varios años de limitada armonía, en los que los Estados galos de la costa se trasformaron en casi unas posesiones mercantiles italianas. El Papa Inocencio III, en 1199 resolvió reclamar otra cruzada para atenuar la posición de los Estados cruzados. La Cuarta Cruzada no tendría que incorporar monarcas y ser mandada contra Egipto, estimada la zona más frágil de los países árabes.

Al no poder viajar ya por tierra, los cruzados tenían que viajar por el mar, por eso, se reunieron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se unió al líder de la cruzada Bonifacio de Montferrato y con un expoliador bizantino, Alejo IV Ángelo para modificar el rumbo de la cruzada y mandarla contra Constantinopla, al estar el trio afectado por la cesantía del basileus del instante, Alejo III Ángelo.

 


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