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Anoche mientras dormía
me acerqué hasta su cama
para darle un beso tierno
en sus mejillas rosadas.
Vi sus ojitos cerrados
su boquita de manzana
y su cabello revuelto
sobre una almohadilla blanda.
Sus pequeñas manecitas
moviéronse como alas
de mariposa risueña
que vuela sobre las dalias.
Acaricié su carita
su cuerpecito de lana
y sentí una gran ternura
que me llegaba del alma.
Y la tomé entre mis brazos
temiendo que se escapara
de mi corazón de madre
como de mis ojos una lágrima.
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