Sí, ese color que es sinónimo de ella, tanto por sus indescriptibles ojos que han dejado de mirarme como lo hacían antes, como por el color de la naturaleza, de los prados, montañas, sitios infinitos en los podríamos compartir momentos, momentos que ahora vive cada uno por su lado alejado del otro.
Y con la llegada de la primavera, mientras la verde hierba crecía, su amor desvanecía impidiéndole continuar al igual que me impiden a mí los recuerdos de todo lo que viví con ella, pues éstos hacen que mi mente no deje de pensar en esa persona diferente consiguiendo que no pueda memorizar aquello que he de estudiar y en definitiva vivir, porque no puedo dejar de sentir.
Observo las cajas que me regaló, las cuales no puedo abrir por si los recuerdos consiguen bajarme un piso más del sótano en el que me encuentro. Es difícil hacerse una idea de mi estado, pues me encuentro desgastado, destrozado y derrotado porque ya no me quiere la persona que había amado.
Dicen que el tiempo todo lo cura, pero yo diría que el tiempo hace que todo se convierta en una locura.
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