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Me gustó su pelo revuelto, tenía ese halo de de juventud radiente e incansable. Le faltaba tanto por vivir que todavía no había descubierto que vivir te destruye también. Me hubiera gustado ser la chica con la que se uniera definitivamente, y ser felices de verdad. Pero a mis ochenta años, solo podía esperar a contratarle para arreglar mí jardín
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