Al fin libre

Su mano sale disparada otra vez hacia mi cara, tirándome al suelo. Me está gritando pero no oigo nada. Ya solo puedo sentir la sangre que, caliente, resbala sobre mis mejillas, mezclandose con algo que sé que son lágrimas pese a que no recuerdo haber llorado. También siento los moratones. Los nuevos que nacen y florecen poco a poco sobre mi piel, como un recuerdo del sufrimiento que él me causa, y que solo el tiempo podra borrar; pero también los viejos, que parecen reclamar atención, empeñados en hacerme recordar todas las veces que pasó esto, haciendome sentir idiota por perdonarle todo ese daño. Él vuelve a pegarme. Entonces va hacia un cajón y saca un objeto alargado. Las lágrimas me empañan la visión y no lo veo bien hasta que lo acerca a mi cabeza y siento el frío círculo de metal contra mi sien. Cierro los ojos. No quiero saber que va a pasar, no quiero pensar en todo lo que he hecho mal, en lo cobarde y estúpida que he sido. Podría haber hecho algo. Lo que fuera, y quizás nada de esto habría ocurrido. Pero no. Yo había sido una necia, había ido cayendo poco a poco en una trampa, y ahora, que me doy cuenta, que tan solo quiero escapar, todo se acaba. Supongo que él ha ganado. Como siempre.  Sin embargo, antes de que dispare, consigo esbozar una pequeña sonrisa al pensar que mi último deseo se cumplirá. Al fin soy libre.