OJOS QUE NO VEN (I)
Por Esther Ruiz
Enviado el 24/05/2016, clasificado en Amor / Románticos
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John Kenna era un humilde deshollinador de Londres.
Vivía en un cuchitril provisto de un viejo camastro, una silla, una jarra sobre una palangana y un infernillo para calentar la comida sobre el que se posaba una vieja cacerola.
No había armario, no lo necesitaba. Pues no tenía más pertenencias que sus herramientas de trabajo y su mono de faena.
John llegaba a su casa sobre las 8:00 p.m. tras una larga jornada limpiando chimeneas, se hacía un poco de té. Una vez listo, lo servía en una vieja lata de café y tomaba un sorbo. No había ventana así que dibujó una con un lindo paisaje. Así John se imaginaba como sería su vida si viviera allí, en ese lugar. Tras tomar su taza de café, comía un poco de pan con mantequilla y se iba a dormir.
John iba camino de los 45, era delgado, pelo algo cano y a pesar de su delgadez, era tremendamente fuerte. Era de carácter apacible, muy alegre, y a pesar de su pobreza era muy educado. Parecía que hubiera sido educado en una de las mejores familias de Londres, pero no era así. Su educación se la dio un viejo maestro londinense, él le enseñó todo lo que sabía de protocolo y modales.
A veces John recordaba con mucho cariño a ese viejo maestro, con quien pasó muchas tardes de su niñez y juventud.
Pero John era especial, había algo en el… que… le distinguía de los demás. Callado, seguro de sí mismo, y conforme con su vida. Nadie entendía como alguien que vivía tan humildemente podía ser tan feliz. ¿Cómo se podía ser tan feliz con tan poco?, se preguntaban las personas que lo conocían. Es más, a pesar de su situación John era muy generoso, pues compartía lo poco que tenía con sus amigos y vecinos. John era muy querido.
Un día recibió una carta, era de palacio. John estaba consternado, no sabía que podían querer de él en palacio, salvo limpiar sus chimeneas. Y así fue, alguien habló a la reina sobre John, le contó lo meticuloso que era en su trabajo, lo discreto y educado que era. - No parece plebeyo -, le comentaron a la reina. Así que su majestad, llevada por la curiosidad mandó llamar a John para limpiar las chimeneas de palacio.
(continua...)
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