Extraño, no encuentro manera de resolver quien es mi ser, pálida y horrible expresión de temor en mi cara al ver reflejado en el espejo el repugnante ser que habita muy dentro de mí.
A menudo suelo evitar los espejos, me dan temor, no quiero sentir de nuevo esa sensación, por eso escribo este pequeño relato, que calma los más profundos deseos del ser terrorífico y espeluznante.
Todas las noches consolaba mi ser, tendido sobre la cama con un poco de música clásica, que llenaba cada vacío en mí. Pero, luego de un tiempo esto no fue suficiente, lo que conllevo que nunca más diera un respiro, no podía dormir plácidamente, no podía quitar esa horripilante sensación, como si un pequeño destello de muerte estuviera devorándome desde las entrañas.
Muy dentro de mí trataba de buscar una explicación, muchas veces intentaba darle forma a la putrefacta maldición que me estaba devorando. Lo único... lo único que se imaginaba mi inocente mente era un ser, increíblemente aterrador, no podías mirarlo fijamente, te devoraba la mente en un instante, te perdías en su oscuridad mientras se alimentaba mas y mas de ti, tenía un aspecto de un escorpión quizás, con muchos tentáculos por todo su cuerpo, deformándose constantemente incrementando su tamaño, y consumiendo lo poco que quedaba de mi.
Mi vida dio un giro, ahora lo único que hacia día y noche era estar tendido sobre la cama escuchando música clásica, ya que, aunque no era eficaz cien por ciento, por lo menos lograba apaciguar un poco esa horrible e indescriptible sensación.
Una noche, decidido a encontrar una solución, fui a las oscuras y pequeñas calles de mi barrio, comprando allí un poco de marihuana, luego procedí a encender el porro que había comprado en el balcón de mi casa, dándole varias caladas antes de dejarlo sobre el cenicero e irme a cama a dormir, disfrutando de la calma, si así puedo llamarlo, que traía la maria consigo, quizás el oscuro ser dentro de mi también disfrutaba de una buena colocada.
Luego de varios minutos, por fin podía conciliar el sueño, mi cuerpo se despojaba de todos los sentimientos que me hacían sufrir en cada segundo de mi existencia. No paso mucho tiempo de calma, entre al mundo de los sueños, donde tus pesadillas pueden convertirse en realidad, donde tus mayores secretos, tus mayores defectos, tu peor versión de ti mismo sale a relucir y nunca terminara de atormentarte, persiguiéndote como la misma muerte, que ríe y goza de tu sufrimiento.
Estaba en una calle opaca, pero llena de colores, casas de madera con un estilo tétrico, una terrible desolación, así que decidí explorar los alrededores, caminando por las calles estrechas empecé a escuchar como rechinaban las viejas casas de madera, pero era un sonido extraño, algo me vigilaba, no estaba solo y fuese lo que fuese, me vigilaba desde las alturas o por lo menos desde los techos de las casas.
Se aproximaba la noche, a medida que la oscuridad llegaba a ese extraño mundo arrasaba todo consigo, todas las casas desaparecían, todo el mundo ficticio que era creado por la luz había sucumbido ante la oscura noche. Miles de seres repugnantes y terroríficos empezaron a acercarse a mí, eran demonios, les vertía una sustancia roja de la boca, podía notarse que era sangre, por el olor a hierro que se expandía por toda la atmosfera, eran cientos de ellos, rodeándome en un mundo totalmente oscuro, iluminado por un tono rojizo, de tanta sangre derramada en la delgada tela que sostenía nuestras almas en ese lugar. Eran de diferentes formas, aunque algunos tenían una anatomía parecida a la del ser humano, parado sobre dos piernas; muchos de ellos tenían un color grisáceo, llenos de putrefacción, ojos grandes y de muy mala expresión, capaces de torturarte solo con mirarte fijamente.
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