Destinados a encontrarse

Todo llega, se decía una y otra vez. Le decía a todo el mundo que no buscaba el amor, que estaba bien sola, que la gustaba ser autónoma y no depender de nadie.

En parte decía la verdad, pero no del todo. Bien es cierto que la gustaba estar sola, no dar explicaciones y tener su propio espacio, pero como cualquier persona, y más como mujer romántica que era, soñaba en silencio con encontrar aquel hombre que la hiciera perder la cabeza y que fuera capaz de tan solo con una mirada, hacerla temblar y olvidar todo, al menos, por un instante.

Daba la impresion de ser una chica fría, solitaria. Pero no era asi, solo que, se valoraba lo suficiente como para no conformarse con cualquiera.

“Cuando dejes de buscar, aparecerá”.

Como una mañana cualquiera, caminaba por los pasillos de la galería llenos de gente, para poder entregar los informes sobre la obra que, recientemente, habia llegado al museo, y asi proceder a su proceso de conservación y restauración.

Se encontraba con la vista fija en los papeles, esquivando a los turistas, cuando sin darse cuenta se chocó con un hombre. Pero no era un hombre cualquiera, era él.

Él, desde aquel momento que la vio chocarse contra su cuerpo, con su vestido blanco, el cabello suelto cayendo en hondas suaves por su espalda y hombros, sus pómulos rosados, ese gesto nervioso mordiendose el labio, sus pequeñas y finas manos, la inocencia que desprendía, había quedado enamorado. Los ojos azules de él, no se desprendieron  de la figura de ella hasta que desapareció por uno de los pasillos.

En su mente solo quedo aquel rapido instante, preguntandose una y otra vez, quién era ella.

Pero algo tenía claro, ella era especial.

El destino habia juntado a dos personas predestinadas a encontrarse aquel 23 de Enero.