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La niña ya estaba preparada para irse a dormir. Bueno, más bien era eso lo que creían sus vulgares padres...
Ella estaba harta de sus reproches sobre su fealdad y su poco interés en asuntos mundanos, como hacían el resto de sus escasas e infantiles amigas.
Había encontrado el modo perfecto de evadirse. Cada noche, se colaba en su mágica cajita de música y se alteraba, en el buen sentido de la palabra... Sólo tenía que desearlo fuertemente con todo su corazón.
¿Sabéis en qué se transformaba nuestra linda protagonista? Se adentraba y se dejaba llevar por la maravillosa música que la envolvía y ahora era la bailarina más etérea y sofisticada.
Así, era muy FELIZ.
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