Memorias de una Escort [3]
Por Dvn
Enviado el 02/06/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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Le cuento a François a que me dedico y no tarda en proponerme un plan, un plan que me deja anonadada. Acepto porque la cantidad de dinero es sugerente y la proposición me resulta un tanto familiar. Busco y anoto en mi agenda un hueco para el día siguiente a las 21:30.
Llego a casa. Son las 3:45. Me doy una ducha rápida y me meto desnuda entre las sabanas. Mientras intento conciliar el sueño, recuerdo a Roger y a Françoise e inmediatamente algo dentro de mí comienza a arder. Mis pezones duros por recordar aquellos momentos, rozan las sabanas y mis manos comienzan a tocar mi cuerpo. Tocan mi vientre y pasan a ras de mi entrepierna. Lo pienso y mi cuerpo se contrae. Me vienen flashbacks a la cabeza y no puedo evitar tocarme. Aquella suite, la limousine, el mundo que se abría ante mi, todo aquello me excitaba más de lo normal. Y mis manos comienzan a acariciar el interior de mis muslos, subiendo poco a poco hasta la ingle, mimando así mi zona más intima. Exploro a conciencia la parte superior de este que ya se encuentra muy húmeda y me detengo en esa zona haciendo movimientos circulares, me basta menos de un minuto para que mi cuerpo se libere de aquel estado pasional.
Despierto a las 10:02. El olor de la cafetera me termina de desadormecer. Miro mi agenda y doy con el evento de esta noche, solo pensar de qué se trata ya me acalora.
A mediodía como con un cliente que Carla me aconseja. Un tipo de unos 55 años. Italiano. Empresario. Casado y con dos hijos. Angelo se llama. Amable y atento. Al final zanjamos como una comida de negocios solamente y con la partida de vernos muy pronto.
A las 21:00 cojo un taxi que me lleva hasta el destino de mi cita. Una mansión extremadamente lujosa que me deja perpleja. François me espera a la entrada, vestido con un traje que aviva mi organismo.
Entramos en aquel habitáculo y todo me recuerda muchísimo a la mansión del señor Watt, solo que aquí no parece haber habitaciones de colores. El salón es extremadamente grande con tres lámparas de telaraña. Un chico pasea por la habitación con una bandeja de bebidas y cuando pasa por mi lado me alcanzo un Manhattan. Las primeras horas transcurren a base de cháchara, lo que me ayuda a hacer un par de clientes nuevos. A partir de las 00:00 el ambiente se vuelve más cálido, la música se enfoca hacía algo más Chill out y unos comienzan a tocarse entre otros. François es el primero que se acerca a mi para que me suelte. Posa sus manos en mis caderas y se acerca por detrás lo máximo que puede. Poco a poco sube mi vestido mientras me dejo llevar por el relax de la música. Deja totalmente mis muslos al descubierto y en ese momento me da la vuelta y me sitúa frente a él, me coge con fuerza del culo y enseguida noto como nuestros miembros se sienten el uno al otro. Sin perder su costumbre, me arranca el fino hilo del tanga, que cae al suelo junto a mis tacones. Desde atrás comienza a estimular el centro de mi cuerpo. No opongo resistencia, ya que aquella situación de estar siendo vista por otros mientras me tocan sube mucho mi temperatura. Enseguida aparece detrás de mí otro hombre que termina de desprenderse de mi vestido. Éste, ya desnudo, me agarra los senos y enardece el saliente de éstos. François aprovecha el momento y se deshace de su vestimenta. A continuación se arrodilla ante mí, me abre un poco las piernas y siento como su lengua se empapa de mi esencia.
Todos a mi alrededor hacen lo mismo. El que menos, se deleita y masturba con el panorama.
Los dos hombres me dirigen hacía un pequeño sofá ubicado en el centro del salón. Me arrodillo apoyando las manos en el reposacabezas. Uno de ellos se coloca un preservativo y me embiste con tesón mientras el otro comienza a tocarse delante de mí. Seducida por el momento me hago con su miembro y lo acaricio con la boca, aprovecho cada embestida para introducirlo más a fondo. Se aferra a mis caderas y sus movimientos son más profundos, más acelerados, mis gemidos van en aumento, y grito y para ser sinceros no me importa cuán de alto lo he hecho. Mientras me dura el orgasmo, rocío mi boca con la excitación de mi amante, que descarga toda su plenitud en mi semblante.
Me acerco al baño para asearme un poco y una mujer muy atractiva se me acerca y pide que le coma mientras su pareja nos observa. La escruto de arriba abajo y le ofrezco mi mano para que me lleve con ella. Una habitación con luz tenue y una cama redonda yace ante mis ojos. La mujer me lleva hasta el borde de la cama, en la cual ella se recuesta y abre sus piernas para mí. Su sexo perfectamente rasurado llama la atención de mi boca, que sin más contemplaciones se adentra en él. Su acompañante nos mira ensimismado mientras se da placer él mismo. Mi vista no puede evitar fijarse en la suya y mirarle con lascivia mientras masturbo a su compañera con ímpetu. Me apodero con fuerza de sus nalgas y la atraigo totalmente hacia mí. Su empapamiento me llena la boca y mi lengua dentro de ella hace que se retuerza de gozo. El tipo que nos observa se me acerca por detrás y sin esperarlo pero queriéndolo me azota. Me entreabre el trasero y me encorva hacia abajo la espalda, de manera que quedo a merced de sus ojos. Lubrica más si cabe el interior de mis ingles y poco a poco me abre totalmente a él. Me fustiga con soltura cada vez que ingresa en mis adentros. Cada acometida es un exhalo que empaña el sexo de mi conocida, la cual mira encantada la imagen que ante ella se posa. Después de retener y tragar su ultimo espasmo en mi boca, se coloca debajo de mis senos y los absorbe y mordisquea. Su lengua se cuela como puede por la zona más baja de mi ombligo y con la punta sabe cómo hacer que disfrute en conjunto. No cesa hasta que un intenso calor me aborda y hace que llegue al clímax entre suspiros placenteros.
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