Hola, me llamo Carlos Uteiro Teviño, os voy a relatar lo que me aconteció tal día como hoy hace dos años.
El día cuatro de junio del 2006 murió mi abuela, llevaba seis años sin verla y era el único nieto vivo que la quedaba, pero no sólo era el único nieto, mi abuela había sobrevivido a todos sus hijos.
Me encontraba en Porriño, más concreto en una aldea llamada O´Pazos de Sousa, su entierro era al día siguiente y yo era el único familiar que le queda con vida conocido.
Llevaba tanto tiempo sin verla porque mi padre, que fue el último hijo que murió, contaba la insana leyenda de que la abuela practicaba brujería y que había matado a todos sus hijos.
Al parecer mi abuela desde pequeña, vendió su alma al diablo, por enamorar al que fue mi abuelo en vida, pero a cambio, le pidió que matase a mi abuelo el día de su 60 aniversario, y así fue.
Ese fatídico día, mi abuela cogió un cuchillo de cocina y destripó a mi abuelo, dando de comer sus tripas a los cerdos que criaban y paseando su cabeza por toda la aldea.
Desde ese momento a mi abuela la declararon loca y fue internada en un manicomio.
Al cabo de los años, me avisaron que la soltaban porque estaba muy mayor y no creían que ya pudiera hacer daño a nadie, pero yo no tuve el valor de ir a su encuentro y tras dos años fuera del manicomio, me avisaron de su muerte.
Ahora me encuentro en una aldea deshabitada, tan sólo quedaban en la misma, mi abuela y el párroco de la ermita, que decidió quedarse en la misma con la esperanza de volver a recuperar el alma de mi abuela.
Por orden expresa de mi abuela, sólo podía asistir a su entierro el párroco y yo, si aún permanecía vivo y así fue.
El entierro fue de lo más siniestro. La lluvia no paraba de caer, el cementerio estaba abandonado desde hace años, las tumbas olvidadas y tan sólo el panteón familiar, había tenido un mantenimiento digno gracias a mi abuela.
Pero a ella no quería que se le enterrase en el mismo sitio, así que en un pedazo de tierra, junto a la valla derruida y alejada del resto de las tumbas, estábamos el párroco y yo, dando sepultura a mi abuela.
Tras el entierro, que el párroco quiso decir una oración especial para la recuperación de su alma, el párroco me informo de que la aldea vacía era toda mía, incluso la ermita. De hecho, el se mudaba esta misma mañana.
Abrí la puerta del caserón de mi abuela y me quede asombrado. No había un sólo mueble, pasee por la casa, de estancia en estancia y tampoco. Ni siquiera la cocina tenía fogones. Me puse a recorrer una a una todas las viviendas de la aldea y nada, todas estaban vacías. Entre en la capilla y también, todo vacío, parecía que se lo había llevado el diablo.
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