SIRENA DE BAR
Era una sirena de bar, ni guapa ni fea; del montón. Con una peculiaridad común en muchas personas, no tenía suerte en el amor.
Cada fin de semana “cazaba”, pero al final siempre se iban. Poco o ningún tiempo le duraban sus “conquistas”, eso sí, la actividad sexual era frenética; pero ella buscaba alguien con quien compartir algo más.
Directamente se los llevaba a su propia casa, dónde vivía con su madre, la que acabó acostumbrándose a tantas y distintas compañías nocturnas que su hija traía.
Un domingo por la mañana su madre la pilló levantada.
—Se ha ido ¿Verdad?
—Sí mamá, pero volverá en un rato, me dijo que iba a comprar tabaco y regresaba.
—Nena, pareces tonta, siempre igual. Se aprovechan de ti y luego se van, y muchos con esa misma excusa.
—Este no mamá, tomé precauciones… le escondí el mechero.
—Lo que yo decía, eres tonta.
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