Cuando yo muera, doblen campanas,
que acudan núbiles plañideras
con sus negros trajes, serán primeras
en dar luz a nebulosas mañanas.
Me bendecirán viejas sotanas
exaltando palabras mitineras,
enarbolarán místicas banderas
sin odio, multicolor y mundanas.
Que no acuda persona extraña
ni gente con corazón afligido
porque detecto cualquier patraña.
No quisiera dejar nada en olvido
ni mostrarme como persona huraña,
pues conmigo irá todo lo vivido.
Me pasearan por calles sinuosas
sobre verdosos cipreses, erguidos,
de dúctiles ramas, troncos fornidos,
que irán desoyendo voces medrosas.
Por estrechas bajadas, silenciosas,
eludirán viejas rejas, sufridos,
sin llantos, con semblantes conmovidos,
evocarán, mustios, gestas hermosas.
Me llevarán flores, a mí, que muero,
de bellos colores, y fluirán penas
en un desierto de sinceridad.
Me despedirán como un gran guerrero
que en buena Liz rompe cadenas
en aras de la gloriosa libertad.
Alabaré a todo aquel gentío
que a mí pesado féretro acompañe,
guardaré sus rostros, y si me atañe,
incendiaré mi gélido frío.
Cuando la torre su campana tañe,
que vuele como caudal de río
y riegue, o se escarche lo sombrío
para que todo corazón se abañe.
Que nadie interrumpa mi sueño
ni pretenda enardecer la luz
que se apaga en el alma del sureño.
Con altivez he llevado mi cruz
para vivir, o morir, en el empeño
dando gracias por ser buen andaluz.
Posarán mi ataúd sobre el cielo
sin derrame de lágrimas ni llanto,
pediré que repriman su quebranto
y pidan con fervor sutil consuelo.
Comenzaré con sigilo mi vuelo
cubriéndome con mi blanco manto,
musitaré un afligido canto
y me despedirán con justo celo.
Dormiré mi tardo sueño eterno
con mi ente sereno, paciente,
desoyendo el bostezo del averno;
más mi vida está grabada en mi mente
y las viejas hojas de mi cuaderno
van girando haciendo dormir mi fuente.
Paseo por el bosque abstraído,
cabizbajo, con tétrica mirada,
buscando vereda de escapada
que me lleve al paraíso en olvido.
Voy taciturno, como perdido,
buscando negra sombra alargada
para que descanse mi alma apenada
y se lleve mi corazón fundido.
Todo es efímero, incluso la vida,
nos da su soplo, nos fija destino
que nuestra alma después olvida.
No importa lo angosto del camino,
ni que nuestra estrella esté perdida,
sino el caminar, pese a ser cansino.
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