El Lugar Donde Te Conocí (1/3)

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Sus redondos ojos grises se reflejaban en el espejo mientras se acicalaba sin prisa, una sonrisa adornaba aquel angelical rostro. Su suave mano derecha se entrelazo en su lacia cabellera peinándola, apreciando su reflejo, un mechón de su oscuro cabello cayó sobre su frente entorpeciendo su vista; soltó un soplido mientras con su dedo índice lo echo tras su oreja, sonrió observando el vestido estampado de flores que le había regalado su padre con motivo de sus sobresalientes calificaciones, el cual estrenaba hoy, entornaba su delicado cuerpo resaltando sus finas caderas.

 

-Rose, hija ¿Podrías bajar a desayunar? ¡Sebastián ya está aquí! – gritó su madre haciendo que Roseline despertara de su ilusión frente al espejo, y a tiempo ensancho su sonrisa sabiendo que su chico se encontraba ya esperándola; le gustaba saber la importancia con la cual él la tomaba.

 

- ¡Enseguida! –

 

Aquel chico rubio de ojos cafés, le había llamado diciendo que tenía que una sorpresa, ella pensó que posiblemente seria alguna poesía de su autoría, él le repetía que era su musa y a ella le encantaba que se lo recordaba, lo quería y no se molestaba en tener que ocultarlo.

 

La chica tomo una coleta y se recogió su larga cabellera rápidamente, aun así le cayó por debajo de los hombros, se dedicó a bajar las escaleras entonces su mirada se posó sobre aquellos ojos cafés que la observaban con devoción al final de los escalones y antes de tocar el último escalón dejo que sus manos rodearan el cuello del joven y planto un suave beso en los labios dejando que la punta de sus zapatillas tocasen el piso.

 

 – ¡El romance fuera de mi vista!- exigió la castaña madre de la chica con un toque de gracia y ambos jóvenes soltaron una risilla suave mirando a la interruptora de su acto, la joven dejo el peso de su rostro sobre el pecho de su chico dirigiéndole una mirada amable a su madre mientras sus pies se terminaban de plantar en la delicada madera del suelo.

 

Luego de haber desayunado como su madre lo había ordenado la chica salió del lugar tomada de la mano de su novio, sonriendo como era costumbre, durante la caminata al sitio a donde el chico la dirigía, hablaron sobre típicos problemas de universitarios tomando en cuenta que el profesor de Anatomía de ella parecía ser más estricto de lo normal, él la animaba aunque ella misma tuviese notas que le permitieran despreocuparse de dicho curso, él comenzó a realizar mímicas graciosas dando giros alrededor de ella, dejando que sus pies bailasen a través de la grama del lugar; aquello era el lugar donde se habían conocido a la tierna edad de siete y nueve años, sin embargo ahora tenían dieciocho y veinte: ella tenía sus cabellos largos y el tenia todos sus dientes. Sus miradas expresaban la serenidad que su relación les ofrecía al estar juntos, la pelinegra tomo la mano del chico entre las suyas mientras la acariciaba con suavidad llegando cerca al árbol frente al lago ella se soltó y se sentó al pie del gran árbol que allí estaba, acomodando su vestido pero por el contrario el chico hundió sus manos en sus bolsillos mirando con sosiego las aguas del lago y sin mirarla entonces él hablo - ¿No te parece hermoso?- pregunto captando la atención de su chica quien le observo fascinada  notando como el color oscuro de su camisa resaltaba los ojos achocolatados de Sebastián. -¡Es hermoso!- exclamo maravillada volviendo su mirada a aquel lugar recordando ese preciso momento en su vida ¡sí! Aquel momento en el cual había visto por primera vez al hombre que se encontraba a su frente paso por su mente como cuan máquina del tiempo se tratase.

 

Once años atrás

 

Roseline solía salir de su casa por las tardes a jugar con Eleazar y Elizabeth, ambos hijos de una familia bien acomodada, aquel par contaban con siete años siendo mellizos. Sin embargo aquella tarde se había desviado de su objetivo cegada por la molesta que le causaba la actitud perdida de sus padres ya que ellos limitaban las amistades de la pequeña o al menos eso parecía luego de que su madre le sugiriera que se alejara un poco de Julián, Roseline era alguien madura prematuramente, debido a su delicada salud y escasez de hermanos, por lo cual había sacado sus conclusiones, Julián no tenía los mismos beneficios económicos brindados por sus padres como los tenia Eleazar o Elizabeth. Le molestaba que le pidiera que se alejara de él, pero no de Lilith quien para ella se encontraba en la misma posición que Julian. Molesta y resignada llego a su lugar preferido donde había un gran árbol de roble frente al lago y allí se sentó  con los brazos cruzados mirando las aguas quietas y dejo escapar un par de lágrimas de enojo poco tiempo después se escuchó un sonido extraño acercarse ella giro dedicando una mirada de odio a quien fuese que se encontrarse

– Lárgate –comento sin siquiera verle aún; y así su mirada furiosa se encontró con un rostro totalmente desconocido de un chico de cabellos claros, mejillas rojas, con una expresión penosa seguramente después de escucharle; ella cambio su expresión radicalmente sintiendo como la sangre recorría por su rostro ruborizándose de inmediato.

– Lo siento, es mi primer día por aquí. Y la verdad es que quería encontrar un buen lugar al cual ir de vez en cuando. Algo como mi lugar preferido.- explico el pequeño hombrecito mientras se daba una media vuelta, entonces fue Roseline quien le miro – Lo siento. Estaba molesta y no es tu culpa ni debí tratarte mal. – La pequeñuela se había disculpado de corazón ante el chico quizás como nunca lo había hecho por la simple razón de que no tenía motivos para nunca antes hacerlo. Después de aquello hablaron un poco y lo primero que salió a relucir fue que Roseline se burló del castaño por la falta de uno de sus dientes principales, a Rose incluso se le había logrado olvidar aquella molestia por la cual pasaba antes de que el chico llegase, pero ya se ponía el sol y era hora de marcharse ambos se fueron y la niña al llegar a su hogar dejo que su mano chocase con su frente

–¡Su nombre!- 


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