La criatura

Lughaid entró en la vieja posada de Grigor como cada noche buscando enloquecidamente el refrescante sabor de una cerveza helada. Pero esta vez lo hizo de una manera distinta, en lugar de aquella expresión feliz a la que todos en aquel rincón del mundo estaban acostumbrados a ver en él, su rostro revelaba un rictus de perplejidad y terror impropios del muchacho.

 Como un “difunto” que acabase de salir de la tumba por su propio pie, con la mirada perdida, la boca entreabierta y arrastrando las pesadas botas, se dirigió hacia la mesa de siempre. Allí le esperaban Dolg, Aruk y Edgar cuyos rostros mostraron confusión ante la inusual entrada de su viejo amigo.

Mirando a la nada y sin mediar palabra, se sentó bruscamente en uno de los bancos de madera que rodeaban la mesa redonda, bajo la mirada atenta de casi todos los allí presentes.

-Eh Lughaid ¿qué demonios te ocurre? –Preguntó preocupado Aruk palmeándole la escápula -. Hoy no traes tu mejor cara.

-Eso ¿Por qué traes esa cara? –Dijo Edgar mientras miraba de reojo a Auk y Dolg-. Parece que hubieras visto al mismísimo Dios del mal.

-Por tu mirada parece has vuelto a comer setas del bosque del silencio -Dijo Dolg-. Venga Lug cuéntale a tus amigos.

-Eso haré, pero antes necesito que me invitéis a una cerveza –Dijo el recién llegado como si pronunciar cada palabra le supusiera el mayor de los esfuerzos.

-¡Grigor, cerveza! –Se apresuró a gritarle Edgar al posadero.

La jarra de cerveza calló de un golpazo en la mesa mucho más pronto de lo habitual, salpicándolo todo de espuma. Lughaid agarró el asa, se la llevó a la boca lentamente y dio un largo trago.

-Os voy a contar lo que me ha pasado –Dijo lughaid cambiando el semblante a uno más sombrío.

De pronto un silencio sepulcral se instalo en la posada, un silencio que algunos jamás habían conocido dentro de aquellas cuatro paredes. Todos estaban deseosos de saber que le ocurría a lughaid. Dejaron de lado sus conversaciones, discusiones y peleas para quedar inmóviles y expectantes ante la prometedora narración. Y con una oscuridad aterradora dijo:

-He ido al bosque como cada tarde a recoger un poco de leña para madre antes de que callera el sol. El lugar estaba en silencio haciendo honor a su nombre, como siempre. Ya había cogido algunos troncos lo suficientemente grandes y robustos para mantener la casa caliente durante toda la noche, cuando deje de sentirme solo en aquella quietud. Algo o alguien me observaba, un escalofrío me recorrió el espinazo erizándome los pelos de la nuca y helándome la sangre. Entonces como si supiera de dónde provenía la mirada, di media vuelta casi paralizado y allí estaba la criatura –Un leve murmullo recorrió la posada y todos intercambiaron miradas de desconcierto ante tales palabras-. Era negra, oscura como una noche sin estrellas. Sus ojos, irradiaban una luz verde como los humos espectrales del inframundo. Su boca, estaba llena de dientes y colmillos afilados como espadas. Me miraba intensamente como si escudriñara lo más profundo de mis entrañas, esperando cualquier movimiento brusco de mi cuerpo.

-¿Qué… clase de bestia era? –Dijo Dolg con la voz temblorosa a causa del miedo.

-Un gato negro –Dijo Lughaid volviendo a ser el de siempre, cambiando su voz y su expresión a parámetros normales.

Carcajadas, insultos y gritos inundaron la estancia. Algunos le golpearon la cabeza a Lughaid enfadados, otros tiraron al suelo las jarras de cerveza por la indignación y hubo quien lo felicitó por la broma.

-Vamos Lug ¿por qué has hecho eso? –Dijo Aruk desquiciado-. Creíamos que de verdad te había pasado algo en el bosque.

-Y es verdad que me ha pasado –Dijo Lughaid llorando de risa-. Técnicamente no he dicho nada que no sea cierto. Aunque si te refieres a la teatralidad, solo puedo decirte que era la única forma de que alguno de vosotros me invitase a un cerveza.

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