Exempta siempre
de vanas formas, impropia en ella
la geometría de Euclides,
nacida no fruslería de las sombras.
Fragosa, fugitiva a oídos insensibles,
hiciéredes acto ninguno,
para impetrar por propia voluntad
lo que a unos se les ha concedido
por acto divino.
En bruma traída al mundo,
loriga, propia prorroga,
miralla mesma, pues bien aviades
en recordar estructura, geometría y forma.
Pasible es, sin embargo,
de propia vocación, de profuso esmero
de no baldonar lo que ante brutos
es indivisamente incognoscible.
De lexas tierras, equidisdantes
al solipsismo limítrofe,
propincuo de ceremonioso éxito
si con pasmosa calma,
llegades tardío a buen puerto.
Obrero despreocupado,
que antes de que la saeta caeré doce ocasiones,
aviade terminado,
tósigo seguro, funesto de la bruma.
Acepto a quien con esmero trabaja,
al que agora centelleantes,
siempre rutilantes candeladas,
intimando sin displicencia
a las que burlan tan distantes
los que solo dueños de sus cabezas,
pero de eso y de nada más.
Sumiso de su propia profundidad,
culpable de su propia çifra,
presunto, en confusión, cautivo criminal.
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