Este duradero silencio a nuestro alrededor, nos adormece en esta oscuridad crepuscular de matices grises que nos cubre. La casa bien asentada, insolente sobre sus cimientos, nos observa, como si todo nuestro entorno no fuera con ella, sólo un crujir lastimero, surge tardío desde el fondo de su estructura, recordándonos que es por ella, por su insolencia y por su altivo porte, sólo por ella.
Corren tiempos de apatía, de recuerdos perdidos y recuperados, de sueños que nunca volverán a ser, porque jamás fueron, de sonrisas quebradas en labios agrietados y con el regusto amargo de lo que llegó a ser en su día, sin ninguna duda, muy agrio.
La gran alfombra de la entrada, llena de polvo, amortigua mis pasos, hasta la base de la vieja escalera; la barandilla de caoba deslucida guarda celosa entre las vetas de su madera, nuestras risas y rubores, algún cachete, alguna lágrima, todos los ascensos a la primera planta y todos los descensos a la fosa en penumbra de los recuerdos.
El tercer escalón sigue roto
Todos estos años, en estos momentos, son como si no hubiesen transcurrido, no han sido generosos; otra vez me enfrento a la misma situación, al mismo dilema, es la historia interminable de mi vida, toma y retoma sin descanso lo suspendido, una ironía añeja a la que jamás he vencido.
Doy media vuelta, es absurdo, desisto, nada tiene sentido.
Es el último vistazo por si no vuelvo de estas batallas incongruentes conmigo misma, cara a cara, aliento contra aliento, el Ángel Negro en silencio, inmutable, me vigila.
Tiemblo con el ombligo encogido y siento frío, mucho frío.
Frente al salón no puedo evitar que una traicionera lágrima de desconsuelo, me delate, si tú si tú estuvieras, me abrazarías, me abrazarías con fuerza para que no me fuera.
Nuestra construcción mañana, seguirá como ayer, como hoy, insolente y altiva, pero desierta.
Ni siquiera sé porque lo escribo, o mejor dicho, porque te escribo. Es un intento vano por si lo oyeras, quizás puedas leer entre palabras, si es que te llegan. Las dejaré plegadas bajo tu nombre, sobre el mármol frío de la losa, como un nexo de unión entre dos mundos, como un puente por si volvieras.
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