La gran ciudad me mata

Por fin llegué a la ciudad que tanto había deseado visitar desde la infancia. ¡Estaba tan emocionada de poder verla y mezclarme entre sus gentes!

Al principio, asistí impresionada al espectáculo de contemplar todo lo que me rodeaba: 

Sus majestuosos monumentos, sus parques infinitos, sus avenidas inmensas, su constante ajetreo y su variado crisol de habitantes.

Pero, al final del viaje, estaba sobrepasada de tanto exceso, de tanta agitación urbana y de tanto vacuo consumismo.

Deduje entonces, que mis sueños imaginativos de niña y mi pasión por la cultura de ese país; me habían impedido disfrutar como merecía de mi ciudad natal, pequeña y provinciana, sí; pero repleta de magia y rincones maravillosos plagados de Historia.

Ahora, mi tierra sí que se ha convertido en mi lugar favorito del mundo.