....CONTUNUACIÓN.......
Esa noche no pudo ser más perfecta, el mágico momento me trasladó a la luna y de ahí no quería bajar, nos dejamos llevar por los besos, por las manos que buscaban con tiernas y sutiles caricias. Se apartó de mí, volvimos a caer en la tierra, nos vimos rodeados de las mismas personas, de esa música estridente, de todo ese mundo al que no debíamos volver.
La noche llegaba a su fin, la cita estaba por terminar, me tomó de la mano y me llevó de regreso a casa, casi no pronunciamos palabra en el trayecto, ya nuestros labios habían hecho todo por nosotros. Se detuvo en la esquina y bajé del auto, me regaló un último beso en la mejilla al tiempo que susurraba en mi oído: - Me vendré a despedir de ti antes de regresar a mi trabajo, cuídate, esta noche ha sido una de las mejores de mi vida.
Lo vi alejarse entre la neblina densa que acompañaba esa madrugada, una de las últimas del verano. Caminé casi embobada hasta mi casa y esa noche no pude dormir de sólo recordar cada detalle, cada beso, cada roce de la piel. Qué me sucedía, que había logrado despertar en mí aquel extraño, hacía ya mucho tiempo no lograba tener esa sensación de sonreír a la nada, de recordar y abrazar la almohada.
Al día siguiente pretendí seguir con mi vida, dar poca importancia a lo ocurrido la noche anterior, hacer como que aquellos besos no me habían afectado; no era la primera vez que pasaba algo así en mi vida, no era el primer extraño al que le regalaba unos momentos y luego dejaba de ver.
No era mi intensión enamorarme, no después de que mi larga relación de siete años me había dejado muy lastimada como para empezar de nuevo. Sin embargo uno no decide a veces y la vida te sorprende de mil maneras.
Reviso mi ordenador, hay mensajes nuevos en mi red social, abro inmediatamente, el primero es de él Hola, como estás, ¿dormiste bien? Yo no pude dormir, no después de recordar esos momentos que vivimos anoche, me cargas con una sonrisa en mi rostro que no puedo quitarme, muero de ganas de volver a verte, de volverte a besar. Te llamaré más tarde.
Automáticamente contesté: Yo tampoco te puedo sacar de mi cabeza, tus besos llegaron a cambiarlo todo en mi vida, y también muero por volverte a ver.
Seguimos la plática por varios minutos, me despedí, guardé la esperanza de volver a verlo.
Que tenía él que me envolvía con esas palabras casi repetidas, como podía estar volviendo a caer sin temor al golpe al final del suelo, que provocaba en mí con esa seguridad y confianza que aniquilaban mi razón y ponían nuevamente mi corazón al frente, la verdad no alcanzaba a comprender pero me fascinaba esa nueva inquietud.
El día avanzó rápido, cerca ya de las nueve de la noche suena mi teléfono, contesto pronto: -Aló . Hola como estas, estoy cerca de tu casa, sal un momento para verte.
Colgué el teléfono e inventé una excusa para ir a la farmacia por un antigripal, salí sola y prometí volver pronto, caminé cerca de 10 minutos pues ésta no se encontraba muy cerca, al cabo de un rato apareció una motocicleta, se parqueó al lado mío y lo vi bajar de ella, su otro acompañante lo dejó ahí y con premura se marchó a toda velocidad.
Estaba muy diferente vestido a la noche anterior, traía un suéter azul oscuro con capucha y pantalones cortos, zapatillas de casa; ya no lucía tan mayor. Me encantó verlo así.
Caminamos hasta la farmacia y de vuelta a casa me acompañó, conversamos un poco más sobre su trabajo, que tenía cinco días cada mes libres de los cuales ya llevaba dos, de su familia, de su papá, de música, teníamos varias cosas en común; nuestros pasos eran lentos, nuestras miradas se cruzaban y luego bajábamos la vista, me hacía sonreír y también sonreía, era simplemente encantador; nunca tomó mi mano pero su cercanía erizaba mi piel, llegamos fuera de mi casa al fin y nos pusimos frente a frente, adiviné que un nuevo beso llegaba; me tomó por la cintura con sus dos manos y me atrajo hacia sí enseguida, puse mis manos sobre su pecho y levanté mi cabeza, era algo más alto que yo y sólo con sus brazos rodeaba todo mi cuerpo, no me pude oponer, de nuevo caí ante sus besos como una niña indefensa, amaba esa sensación de sentir sus labios subir y bajar por los míos, morderlos con suavidad, sentir sus manos bailar sobre mi espalda, atraerlo a mí y empujarlo nuevamente siempre queriendo más.
Nos apartamos y lo comprendí todo; mi ex amor ya estaba muy lejos de hacerme sentir todo lo que con aquel aparecido sentía, que ya no despertaba en mí esas sensaciones de alcanzar el cielo y las estrellas con los ojos cerrados, que esos siete años habían llegado a su ocaso, sin posibilidad de renacer. Se despidió de mí, volví con mi tonta sonrisa.
Los siguientes dos días nos vimos un par de horas cada día, nos sentamos en el césped de un viejo parque a mirar pasar las nubes, mientras contábamos anécdotas de nuestras vidas. Los besos cada vez fueron mejores, cada vez se hacían más profundo, más míos, más enloquecedores; morderlos un poco más fuerte, causar dolor al hacerlo era nuestro juego favorito, parecíamos dos niños empezando a experimentar ese tipo de cosas.
Sus días libres llegaban a su fin, el último día pasamos escribiéndonos durante toda la mañana, hablando de cosas absurdas para que no terminara la conversación -Me tengo que ir a hacer las maletas, espero me vallas a despedir a la terminal, quiero que seas la última persona a quien vea para llevarme tu recuerdo. No me falles.
Esas cuatro horas antes de su partida fueron eternas, cerca de las cuatro de la tarde salí de casa; llegué a la terminal un poco antes de lo acordado, lo esperé en un café que quedaba dentro de aquel lugar; al fin lo vi bajar de un taxi, traía una maleta azul al hombro, se paró a unos metros de mí no supe mi reacción pero corrí hacia él y lo abracé fuertemente, -No quiero que te vallas. Le dije; no quería soltarlo, de forma tan inesperada como llegó a mi vida se estaba yendo. Levanté la mirada y un dulce y fuerte beso en la frente me doblegó; estuvimos ahí abrazados con los ojos cerrados en medio de esa multitud unos segundos, sin decir palabra pude comprenderlo todo él tampoco se quería ir.
-Volveré pronto, contestó finalmente, cuídate mucho niña bonita, espérame hasta mi regreso.
Y ahí, de esa forma, en esa tarde fría, con esa tristeza en mi alma lo vi marcharse y abordar el autobús que se lo llevaría lejos de mí; quería retenerlo, avanzar entre esa multitud y traerlo de vuelta, pero no podía, debí retener a mi corazón que se quería salir de sí, controlar lo que sentía por él, aparentar que no me afectaba sobremanera que se marchara Mi nuevo Amor.
CONTINUARÁ
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