El cazador de vampiros - Parte 2
Por Nacho Saavedra
Enviado el 16/06/2016, clasificado en Fantasía
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La escalera descendía en línea recta pero dentro del túnel estaba tan oscuro que la lámpara no iluminaba más allá de unos cuantos metros. El aire en el interior era denso y olía a rancio. A cada paso que bajaban se hacía más difícil respirar. Después de un descenso que a Jacob se le antojó eterno alcanzaron el corazón de la cripta. El suelo de la sala era de tierra prensada. Jacob levantó el brazo para aumentar el radio de iluminación de su lámpara y giró sobre sí mismo. Las paredes estaban cubiertas de nichos, pero el que atrajo la atención del joven fue el que descansaba en el centro: un ataúd de piedra majestuosamente tallado.
- “¡Vamos! Suelta las cosas que llevas y ayúdame a levantar la tapa” -. Dijo el profesor mientras se encaminaba hacia el ataúd.
- “Lo siento mucho profesor pero no pienso soltar mi arma.”
- “Cómo te atreves a llevarme la contraria maldito seas.”
- “Lo siento mucho… de verás. He aprendido mucho de usted, pero creo que nuestros caminos se separan aquí para siempre -. Dijo Jacob mirando a su maestro con todo el dolor de su corazón. – “Es mi obligación enviarte al mundo de los muertos para que encuentres la paz.”
- “¿Cómo los has sabido mi querido pupilo?” -. Preguntó el profesor Schwank mientras dejaba al descubierto dos largos y afilados colmillos que se relamía pausadamente.
- “Son muchas las señales maestro. Y muchas las aprendí junto a usted.”
- “Veo que te he enseñado bien. Juntos haremos grandes cosas.”
De los nichos cercanos empezaron a llegar ruidos y gritos espeluznantes. Pronto emergieron tres jóvenes vampiros ansiosos de sangre, que enseñaban sus dientes con furia.
-“Te presento a mis tres nuevos aprendices, Jacob. ¡Tus próximos compañeros!” -. Le dijo mientras los señalaba con la mano derecha y rompía a reír con una carcajada gélida -. “Pero antes de convertirte tengo una pregunta que hacerte querido. Si sabías que era un vampiro cómo fuiste tan osado de venir aquí conmigo. ¿Realmente pensaste que eras tan poderoso como para acabar conmigo tú solo?”
- “Vos mismo os habéis respondido maestro. No he venido solo.”
En ese mismo instante irrumpieron en la cripta cuatro hombres vestidos de negro y con sus rostros cubiertos. Portaban antorchas y armas en las manos. Se lanzaron con furia contra los tres vampiros que se vieron sorprendidos por la rapidez de la acometida. El profesor llevado por la ira mostró nuevamente sus colmillos y, con un aullido agudo, se abalanzó sobre Jacob con todas sus fuerzas. A pesar de ser más ágil y rápido ahora, aún llevaba poco tiempo en su nuevo estado de vampiro y el joven pudo esquivar la embestida de su antiguo maestro mientras le clavaba sin vacilar la estaca en pleno corazón. Sus miradas se cruzaron por última vez y con un agónico y largo grito se convirtió en polvo.
Después de unos momentos frenéticos y de desconcierto, la calma llegó otra vez a la cripta. Cuatro vampiros habían sido exterminados y cuatro hombres destruían, con el mismo número de mazas, el ataúd de piedra que se erigía en el centro de la misma. En una zona apartada de la sala, hincándose de rodillas, Jacob alzaba una plegaria por el alma del que fuera su maestro, mientras dejaba escapar unas lágrimas.
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