Maldito ordenador
Por Francisco Picazo
Enviado el 21/06/2016, clasificado en Intriga / suspense
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Gabriel sonreía satisfecho. Aquel día había descubierto cómo robar en una importante joyería de Barcelona. ¿Difícil? No, fácil. Lo daba por hecho y lo iba a hacer.
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La ocasión.
Todo empezó semanas atrás, cuando el director de la Compañía donde trabajaba como consultor informático le encomendó un nuevo trabajo.
Se trataba de instalar un ordenador y un programa a medida para el control administrativo en una nueva joyería del Paseo de Gracia. El cliente no puso límite al coste, quería lo mejor.
Con treinta y cuatro años mal llevados (alcohol + tabaco + porros) y soltero, Gabriel trabajaba en una empresa de las llamadas “cárnicas” o “basura” donde le renovaban el contrato año a año y, aunque reconocían su habilidad, le pagaban mal. Con pocos escrúpulos y siempre necesitado de dinero, no iba a desaprovechar la ocasión que se le presentaba.
La tentación.
Todo empezó cuando hablando con el joyero sobre las particularidades que tenía que contemplar el programa solicitado, estaba la de abrir una ficha por cliente.
__Cuando teclee el nombre del cliente tienen que salir sus datos personales en la pantalla __ le dijo a Gabriel __ además del nombre completo tiene que verse la dirección, la nacionalidad, teléfono, correo, etc… y lo más importante… el riesgo máximo que le concedo para pagar a crédito.
“Clic” Ahí se encendió la bombilla en la mente de Gabriel.
El Plan.
Un mes más tarde, Gabriel lo tenía todo preparado: Un ordenador DELL conteniendo los programas a medida confeccionados por él mismo. Sólo quedaba la instalación final en la joyería.
Por su parte, Gabriel había dejado bien camuflado entre los miles de instrucciones del programa un “virus” informático que se activaría llegado el momento. La idea era sencilla: Entre los clientes propios de la joyería, Gabriel había creado y añadido el suyo propio y secreto. Permanecería “dormido” sin que nada ni nadie tuviese acceso a sus datos hasta que una clave encriptada lo despertase y más tarde se auto borrarse sin dejar rastro. Ese cliente, aparentemente normal, con datos falsos inventados por Gabriel, tendría una característica esencial para el plan. El riesgo.
__ Doscientos mil euros __ se repetía con una sonrisa en los labios __ doscientos mil …
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Gabriel solía acudir a un gimnasio cerca de su apartamento. No le interesaba mucho el estado físico salvo por el interés en no echar barriga. El otro interés era el de relacionarse con tipos como Prego, de dudosa respetabilidad que le proporcionaba la hierba que usaba para sus porros.
Antonio “PREGO” Candelas era su “camello” habitual. Su relación personal no dejaba de ser amistosa por lo que, a menudo, salían a tomar unas birras en una cafetería cercana. Antonio, empezaba y acababa las frases con un “prego”, de ahí su alias por el que todos le conocían.
__ Prego __ dijo Gabriel nada más verle al entrar en el gim __ luego vamos a tomar unas cervezas, ¿vale? Quiero hablar contigo.
__ Prego __ contestó el aludido.
La ejecución.
Había llegado el día. Gabriel se despertó inquieto. Estaba decidido. Respiró profundamente y se dirigió al lavabo.
Tenía que convertirse en Andreas Papaicónomos. Gafas, bigote postizo, traje, corbata...
Mientras operaba sobre su imagen, repasó el plan por última vez:
La charla con “PREGO” había dado los resultados deseados. Le había proporcionado por mil euros un carnet de identidad y un talonario bancario falsos. Por otro lado, le había dicho que movería sus contactos con el fin de encontrar un perista. A cambio, Prego quería un 10% del dinero obtenido en la venta. El día mejor para realizar el plan tampoco resultó un problema. La feria internacional de joyería que se realizaba anualmente en Madrid le proporcionó la fecha. El dueño de la joyería siempre asistía.
*****
Se miró por última vez en el espejo y asistiendo con la cabeza dando por buena su imagen, salió del apartamento y se dirigió a la calle con paso resuelto que estaba muy lejos de sentir. Llegó. Consultó el reloj: Las 11,06.
Se paró delante del escaparate. Fijó la mirada en el interior de la tienda. Dos dependientas y nadie más. Ahora o nunca. Respiró varias veces profundamente. Abrió y cerró los puños.
El guardia jurado le abrió la puerta. Ya estaba dentro.
__ Buenos días, caballero. Por favor __ Dijo una de las dos mujeres señalando la silla delante de una mesita con mantel de terciopelo __ ¿Qué desea?
__ Me llamo Andreas Papaicónomos __ Contestó Gabriel al tiempo que mostraba el carnet de identidad__ y vengo a comprar relojes de lujo. Por cierto, ¿está don Ramón? __ Unas gotitas de sudor asomaron por su frente.
__ Lamentablemente no, está en Madrid. Pero yo le puedo atender. Relojes de lujo… ¡bien! Un segundo__ dijo al tiempo que ponía los dedos sobre el teclado del ordenador situado en una mesita auxiliar justo a su lado. __ Andreas Papaicónomos __ susurró al tiempo que tecleaba el nombre que figuraba en el carnet de identidad __ correcto __ dijo satisfecha__ ningún problema.
Gabriel sabía lo que el extraño nombre activaría:
Andreas Papaicónomos: Cliente VIP … etcétera… Riesgo: 200.000€… aceptar talón bancario del banco… Consideración máxima: Representa un importante grupo inversor…
Una funda negra se abrió ante Gabriel conteniendo relojes/joya de máximo lujo.
Ojos desorbitados.
__ Me los quedo todos. Prepare la factura a mi nombre. __ Un ligero temblor en las manos y en la voz pasaron desapercibidos. __ Ya está. Ya está __ Se repetía Gabriel con ganas de gritar al tiempo que cumplimentaba y firmaba el talón.
Otra vez en la calle, paró un taxi y le indicó la dirección de la pensión donde le esperaba Prego y el perista.
__ Ves directamente a la habitación 11, sin pararte, directo. __ Le había dicho.
Pagó el taxi e hizo lo indicado como un autómata. Una vez dentro de la habitación, se encontró con Prego y dos hombres de semblante siniestro que le pedían de mala manera el botín.
__ 90.000 euros por todo __ Dijo uno de ellos, examinando de cerca los relojes __sin regateo__ sentenció.
__ De acuerdo__ contestó Gabriel alargándole el paquete. Quería acabar lo antes posible.
Cogió el dinero en billetes de 500€, pagó a Prego y corrió hacia la calle conteniendo las ganas de bailar.
El desenlace.
Media hora más tarde entraba en su banco con la intención de ingresar una pequeña cantidad que no llamase la atención y cubriese su actual saldo negativo. El resto lo guardaría bien escondido en su casa.
__ 5.000 euros __ dijo la cajera introduciendo los billetes en la maquinita.
Súbitamente, se quedó como bloqueada. Miraba a Gabriel bobaliconamente.
__ Un momento, ahora vuelvo__ dijo al tiempo que desaparecía tras una puerta.
Al rato apareció acompañada de un hombre bien trajeado y semblante serio.
__ ¿Podría acompañarme un momento a mi despacho? __ le dijo mirando a Gabriel __ Será un momento, ¿nos conocemos? Soy el director.
__ Verá__ dijo, una vez sentados alrededor de una mesa __ lamento comunicarle que estos billetes__ puso una mano encima de los cinco mil euros de Gabriel __ son falsos.
¡¡¡¿FALSOS?!!!
Entiendo su desconcierto. La señorita lo ha comprobado al pasarlos por el detector. Seguro que usted no lo sabía. Y lo peor es que tengo que avisar a la policía. Sin duda querrán conocer el origen del dinero… lo lamento.
FIN
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