Cuando era pequeña, mi madre me regaló mi primer libro con la intención de que empezara a coger cariño a la lectura, y he de decir, que lo consiguió.
Aquel libro se convirtió en mi rutina de cada noche desde aquel día, estableciendo sin darme cuenta, una especie de dependencia o quizás vínculo con él, teniendo la necesidad de leerlo una y otra vez cada noche.
Esta necesidad venia dada por la historia que se contaba. Según decía, un caballero se encontraba encerrado entre las páginas de aquel libro por culpa de una maldición.
De algún modo, me convencí de que todo eso era cierto, y empecé a sentir una especie de sentimiento hacia el hombre que se describía en cada página.
Una noche, después de terminar de leer el libro, lo deje como siempre encima de la mesilla y me dispuse a dormir. Giré sobre mi en la cama, mirando hacia la ventana mientras me imaginaba entre los brazos de aquel caballero.
A mitad de la noche, una serie de golpes me despertaron. Me incorporé en la cama y miré en la habitación intentando encontrar que era lo que provocaba aquel sonido.
No encontré nada.
Miré el libro que aún seguía en la mesilla poniendo mi mano sobre la tapa.
Mi sorpresa fue cuando comencé a sentir de pronto, una serie de golpes que chocaban contra la yema de mis dedos.
Vosotros pensareis que esto me asustó, pero no fue así. Yo sabía que él era real, y lo sabía desde que lo leí por primera vez. Cada vez que lo leía, su voz relataba la historia con un susurro en mis oídos, erizándome la piel; cuando lo sujetaba entre mis manos, yo sentía las suyas debajo de las mías, extendidas en las tapas del libro.
De algún modo, aquella fue la prueba que me hizo creer definitivamente, que el amor no tiene por qué ser real para ser verdad, porque yo, sin verle, le quería.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales