Muchas veces pienso en que la vida está formada por agujeros de gusano, espirales, puertas espaciales y máquinas del tiempo. Sólo hace falta que esa persona pase por el sitio exacto, en momento preciso para trasladarse en un punto de su pasado, el cual recuerda como si hubiera sucedido ayer, pensado en el subconsciente que aquella realidad sigue intacta.
Sé que ya no estoy en el instituto, pero en muchas ocasiones creo que no he cambiado tanto desde aquel entonces. Cuando me cruzo con ciertos compañeros de clase, a los que hace muchos años que no veo, pienso que siguen siendo aquellas personas a las que un día conocí. Nos saludamos y hablamos sobre cosas vividas hace más de quince años atrás, como si acabaran de suceder.
Vivo el hoy pensando que ayer jugábamos en el parque de enfrente de mi casa. En mi rincón inalcanzable para los demás cuando alguien “paraba” en juego del escondite. Los balonazos a la puerta del garaje de mis abuelos. Los veranos en la piscina municipal. Los viernes de cine en aquella vieja sala que ya no existe. Mi bicicleta “Monty” blanca con las letras de color rosa. Tus ganas de mi. Mis ganas de ti.
Inmerso en esta fantasía sigo pensando que eres la misma. La que me esperaba en el fondo del pasillo cuando terminaban las clases. La que acompañaba a su casa, todas las tarde, fingiendo que me venía de paso. La que tambaleaba mi mundo con sólo una sonrisa. La que tenía aquella mirada transparente incapaz de mentir. La que me hacía despertar sueños de casarnos y formar una familia juntos. Apuesto que en tus momentos más tristes, también has pensado en que fue de mi vida.
Hoy me ha despertado tu risa, acompañada de un mensaje de voz en el contestador, donde hablas de ponernos al día. Y quedamos en aquella cafetería donde nos vimos por última vez, a la misma hora en que conseguimos detener el tiempo juntando nuestros labios.
Me siento en aquella mesa de aquel enorme patio, donde siempre nos sentábamos, alejada de la muchedumbre. De repente veo que aún siguen allí nuestras iniciales, escritas con compás, en el árbol de al lado. Entras por la puerta y antes de que me dé otro pálpito el corazón te sientas a mi lado.
Me cuentas que viviste demasiado. La prisa te hizo coger el primer tren que alumbró tus pupilas. Te casaste con aquel estudiante de cuarto de medicina. Aunque vuestro amor duró lo que tardaste en comprender que las cosas se terminan. Que debías siete años de tu vida a una cuenta del olvido.
Me gustaría contarte que viajé mucho, pero sin quedarme demasiado tiempo en un mismo lugar. Que reconozco que te he buscado en otras mujeres. Que por culpa de tu recuerdo no he podido encontrar al amor de mi vida. Que me dejé engañar por sus ropas, sus falsos gestos y sus falsas miradas. Que me equivoqué haciendo esto, ya que tengo la sensación de haberte perdido muchas veces.
Pero no te digo nada. Descubro en tu mirada, la misma que no mentía nunca, que hemos cambiado. Ya no somos lo que fuimos. El tiempo y la vida han dejado huella en nuestra inocencia. Ya no nos llegaremos a querer como nos quisimos hace años. Ya no existe aquel instituto. Han desaparecido las ganas de ti junto a las ganas de mi. Acabas de desmontar mi teoría.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales