La chica del puente (1ª parte)

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El amor... qué significa... ¿realmente existe?

Hola, me llamo Kristian y acabo de romper con mi prometida... Una chica perfecta que tiene una vida exitosa como licenciada en medicina, dulce, cariñosa, atenta y escandalosa. ¿Que por qué lo hemos dejado? Muy sencillo, no nos queremos. Todos los días son iguales, llenos de mentiras e infidelidades.

Camino por la calle algo despistado y torpe, cargado con una mochila donde están mis ropas y mi música. Sí, ella me ha echado de su apartamento, realmente no entiendo cómo podía seguir fingiendo que no pasaba nada. Ahora debo pensar cómo contarle a mis padres que la amada prometida que eligieron para mí ya solo es una mera conocida del pasado.

Me paro en una esquina. Miro alrededor. Veo a la gente caminar despreocupadamente y fijo la mirada en un puente lejano más solitario. Me dirijo al puente y meto las manos en los bolsillos de mi pantalón pensando en muchas cosas. ¿Qué es el amor? ¿Qué sentido tiene la vida de la gente? ¿Quién...

- ¿Quién soy yo?

Levanto la mirada del suelo y veo a una chica apoyada en mi lado del puente, mirando hacia abajo, en el agua. Sigo caminando sin darle importancia hasta que me doy cuenta de que está llorando. Me paro.

- ¿Qué sentido tiene la vida?- entonces la chica empezó a subirse a la barandilla.

Corrí sin pensarlo y la agarré lanzandome hacia ella. Al final caimos violentamente en el suelo.

- Señorita, ¿está bien? ¿Qué pretendia hacer? Demonios...

- Solo quería ver mi reflejo más de cerca, ¿qué hay de malo en eso?- se levantó algo molesta. Su rostro mostraba unas grandes ojeras, unos ojos azules intensos, cabello rizado y pelirojo. Vestía unos vaqueros, una camisa sencilla azul, unos tenis muy desgastados y una bufanda roja.

- ¿Por qué llevas una bufanda en verano?

- ¿Ahora quieres cambiar de tema?- cruza los brazos aún molesta.

Me levanto del suelo algo dolorido y me disculpo con ella.

- Lo siento, de veras, pensé que... bueno, no importa. Si hay algo que pueda hacer para compensar mi insensatez... - la chica me mira de lado con una ceja en alto.

- Si es así... Invitame a un almuerzo - la chica inesperadamente sonríe con una mirada inocente.

- Ehm... de acuerdo. ¿Dónde quieres comer?- la chica mira hacia arriba pensando.

- Una cafetería cercana estaría bien.

- Entiendo, creo que sé de una que está solo a dos calles cruzando este río.

- ¡Genial!- la chica, animada, me acompañó durante todo el trayecto. Era algo incómodo ya que no la conocía de nada y habíamos permanecido en silencio.

- Es esta cafetería- ya habíamos llegado, así que entramos y nos sentamos cerca de uno de los grandes ventanales de la entrada- ¿qué vas a tomar?

- Aún no lo sé... - cojió el menú de la mesa y lo observó con los ojos muy abiertos- Tienen cosas muy ricas- deja de mirar el menú y me mira con ojos de pena- ¿puedo pedir lo que quiera?

- Sí, claro. Yo soy quien invita, ¿no?- entonces se rió y por alguna razón, esa risa hizo que el haberla invitado valiese la pena.

- ¿Qué van a tomar?- había llegado la camarera, parecía tener un mal día por el tono con el que hablaba.

- Para mí que sea un café- la camarera apuntó.

- Y para mí... quiero un bocadillo de tortilla, una tapa de calamares a la romana, un tapa de quesos, unos donuts para llevar y un batido de fresa, por favor- la camarera se quedó asombrada pero lo apuntó todo un tanto molesta. Yo me quedé mirándola sin palabras- ¿Qué? Dijiste que podía pedir lo que quiera...

- Ya, ¿pero no crees que te va a doler el estómago si te comes todo eso?

- Tengo mis razones... - se quedó mirando a un lado algo decaida hasta que vuelve la mirada sobre mí- Perdona por ser tan poco considerada- relaja su rostro- Mi nombre es Nayara- me tendió su mano.

- Yo soy Kristian- le estrecho la mano.

- Encantada- sonríe.

- Dime, Nayara, ¿qué hacías en ese puente?

- Nada, solo estaba pensando en cosas.

- Estabas llorando... ¿verdad?

- No, ¿qué dices?

- Te vi- ella enmudece de repente y baja la mirada- ¿Pasa algo malo? Tranquila, si hay algo que te moleste puedes contarselo a este extraño que te está invitando a un festín- le sonrío.

- Comprendo, bueno... en verdad, mi vida ha sido un desastre en estas últimas semanas. Para serte sincera, he tenido problemas con la familia.

- Si te consuela, yo también he tenido unas semanas horribles... Tengo una prometida que es licenciada en medicina y que es demasiado cariñosa.

- Vaya, felicidades.

- La dejé hoy.

- Oh... lo siento.

- No te preocupes, no la quería y todo su cariño se lo reservaba para sus amantes.

- Joder... lo siento- repentinamente siento su mano sobre la mía- No te preocupes Kristian, ella no te merecía ni tú a ella... además, ella se lo pierde, eres un chico muy guapo- me dio una gran sonrisa. Nos quedamos por unos instantes mirandonos directamente a los ojos sin decir una palabra más hasta que un plato interrumpió nuestra visión.

- Disculpen, aquí tienen su comida- la misma camarera desagradable podía importunar hasta en los momentos más mágicos.

- ¡Qué rico se ve todo!- sin inmutarse ni esperar, Nayara ya estaba engullendo la comida de una manera que jamás había visto- ¿qué pasa?- me dijo con la boca llena.

- Nada... es sólo que... no había visto a nadie que comiese con tanto entusiasmo. ¿Tenías tanta hambre?

- Ni te imaginas- dijo sin dejar de comer y con una gran sonrisa.

Cuando los platos y los vasos habían quedado vacíos pagué en la barra y salimos. Caminamos por un rato hablando de cualquier tema cotidiano hasta que volvimos al mismo puente donde nos encontramos.

- Bueno... me ha gustado este almuerzo. Te lo agradezco mucho.

- No lo agradezcas... no será nuestro último almuerzo ¿verdad?- la miré, intentando parecer un cachorro abandonado.

- No hace falta que pongas esa cara de pena, no te queda bien- se empieza a reír estrepitosamente- Claro que volveremos a quedar, si quieres... -sus ojos azules comenzaron a brillar. Esa mirada era única.

- Me encantaría... - me quedo mirándola como si estuviese hipnotizado.

- ¿Entonces quedamos mañana en este mismo lugar?

- ¿Eh? Cla... Claro, sin ningún problema. No estoy ocupado.

- Yo tampoco- sonríe- Bueno... supongo que debemos despedirnos.

- Sí... - nos dimos un beso en la mejilla aunque nos quedamos algo confusos porque nos pareció algo raro por el silencio que hubo durante ese breve lapso de tiempo- Adiós Nayara...

- Adiós... - me giré al escuchar su despedida y caminé decisivo hacia mi pequeño apartamento. Por extraño que pudiese parecer, me sentía más liberado y mucho más lleno que todo el tiempo que había pasado con mi ex prometida. Quiero conocerla más, solo espero verla de nuevo mañana.


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