La chica del puente (2ª parte)

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Desde entonces, no hemos dejado de vernos cada día... hasta desayunamos en la misma cafetería con la misma camarera desagradable. Por alguna extraña razón, todo lo desagradable de la gente y del mundo se volvía algo maravilloso cuando estaba con ella. Parecía ser una persona increíblemente amable y divertida. Cuanto más la conocía, más sentía que no podía dejar de volver a verla.

Un ruido sonó en mi habitación. Alargué la mano fuera de las sábanas y apagué el despertador. Sin darme cuenta, ya habían pasado unas semanas desde que había dejado a mi prometida. Tan fácil fue olvidarla... Me levanté de mi cama y giré la cabeza. Ella lucía hermosa incluso durmiendo. Y sí... si os lo preguntáis, nos acostamos. No os sorprendáis, corren nuevos tiempos, no es algo anormal, y además... ella fue quien empezó con ese beso la última noche en aquel puente.

Podría contaros como fue todo, pero no hay mucho que destacar. Simplemente nos despedimos en el mismo puente, como siempre. Ella sonrió y rodeándome con sus brazos me besó en los labios. Lo bueno de ese beso, es que lo deseaba y ella también. Luego ya surgió lo demás, le enseñé mi apartamento y allí nos quedamos por un tiempo admirandonos el uno al otro, hasta que nuestros corazones comenzaron a arder.

Inesperadamente sonó mi móvil, lo cojí lo más rápido que pude para que no despertara a Nayara.

- ¿Kristian? Cariño, ¿cómo es que no me has llamado en estas últimas semanas? Ya empezaba a preocuparme.

- Lo siento mamá, la verdad que he estado pendiente de otras cosas- miré con una sonrisa de oreja a oreja a la chica que dormía profundamente entre las sábanas.

- Ay hijo... de acuerdo, pero no me vuelvas a hacer eso. Yo necesito saber que estás bien, además... ¿cómo van las cosas con tu prometida?

- Ah... eso. La verdad es que tuve que romper con ella.

- ¿Qué? ¿Pero por qué? Ella lo tenía todo, siempre educada, amable... ¿por qué?

- Mamá, mira, no hagas un melodrama de ello ¿vale? A pesar de que yo no soy tan perfecto como ella, no nos queríamos. No sé por qué se empeñaron en que me casara con ella.

- Pero hijo...

- Mamá, no hay más que discutir, agradezco que te preocupes por mí, pero ya estoy enamorado de otra persona.

- ¿En serio? ¿Y quién es ella?

- Su nombre es Nayara y es la persona más amable, alegre, comprensible... increíble que he conocido. Ojalá pudieses verla como yo la veo.

- Está bien hijo... veo que estás muy feliz. ¿La quieres?

- Sí, sin dudarlo.

- Pues quiero conocerla.

- Pero mamá...

- Ni peros ni leches, quiero conocerla. Así que están invitados a la cena de esta noche, ¡no puedo esperar! Será emocionante.

- De acuerdo... 

- ¿Cuál es su comida favorita?

- La carne, en general.

- Vale, se ve que se alimenta bien la muchacha, pensé que dirías una ensalada- se escucha la risa de mi madre mezclado con los ladridos de su perro- Bueno, hijo, nos vemos esta noche, ¿a las 20:00 te parece bien?

- Sí... Claro, es perfecto- cuando nos despedimos y colgué la llamada una mano rodeó mi cintura y una voz empezó a susurrarme.

- Con que soy amable, alegre, comprensible ¿eh?- me giro algo sobresaltado y me sonrojo al saber que escuchó toda la conversación- ay pero si se pone rojo el niño- empieza a reír con cierta ternura- no te preocupes, me gustan tus palabras dulces y cursis, yo también diría que eres increíble y que estoy enamorada de ti- apoya su cabeza sobre mi hombro y siento su cuerpo desnudo envolviendo el mío- Bueno, es hora de que nos duchemos y nos preparemos, quiero dar una buena impresión a tu madre y quiero que me cuentes de ella porque no me has dicho nada sobre tu familia.

- Tú tampoco de la tuya- ella me mira algo sobresaltada.

- Entiendo, de acuerdo, te contaré.

Cuando estuvismos duchados, vestidos y preparados, le conté sobre mi madre y lo sobreprotectora que era conmigo. Ella me contó sobre su madre que vivía en Canadá y que estaba divorciada de su padre. Hablaba maravillas de su padre, al parecer fue el único que se encargó de ella pero ahora estaba algo enfermo.

Era la hora, caminamos cogidos de la mano por la acera de la derecha. Esa noche estaba todo muy tranquilo y yo no podía parar de sonreír al saber que estaba con aquella chica de ensueño. Llegamos al portal donde vivían mis padres, toqué el botón del tercer piso y salió la voz de mi padre. Entramos y subimos las escaleras porque el ascensor llevaba roto desde hacía unos años y no creo que fuesen a arreglarlo pronto. Al llegar a la puerta indicada, abrió mi padre. Al vernos a los dos, sonrió con sus ojos brillantes y nos saludamos con aprecio. Entramos y pasamos al comedor, donde la mesa estaba puesta con una lujosa vajilla delicada. Parece que mi madre esperaba con mucho entusismo esta ocasión. Momentos después, mi madre apareció con una bandeja de carne asada a la plancha y la dejó rápidamente sobre la mesa.

- Mamá, te presento a mi novia Nayara- mi madre le dio un abrazo y un beso pero después se la quedó mirando algo extrañada.

Nos sentamos en la mesa y mi madre como buena católica empezó a dar gracias por los alimentos que ibamos a tomar. Nayara intentaba parecer seria pero yo sabía que estaba conteniendo la risa. Disfrutamos de la comida, mi madre se las había apañado bien para poner una buena cena, apostaría a que compró los mejores productos del mercado para cocinar.

- Dime, Nayara... ¿Cómo se conocieron?- admito que mi madre estaba algo diferente con Nayara.

- Pues nos conocimos por casualidad en un puente, él tropezó conmigo y a modo de disculpa me invitó a almorzar y ahí empezó todo- Nayara hablaba tranquilamente pero después observó a mi madre de una manera algo sospechosa.

- ¿Eres tú verdad?- la cara de preocupación de mi madre me puso algo nervioso.

- No, creo que te equivocas de persona...

- No... eres tú. ¿Qué haces con mi hijo? Tú no le quieres, ¿verdad?

- Está muy equivocada, estoy completamente enamorada de su hijo, me acepte o no, así están las cosas- ya mi madre y Nayara estaban de pie en la mesa con miradas amenazantes y mientras, mi padre y yo no sabíamos qué ocurría.

- No se lo has dicho ¿no?- mi madre la mira desafiante con una sonrisa triunfadora.

- ... Se lo iba a decir pero aún no he podido- me mira algo triste.

- ¿Qué estás diciendo Nayara?- la miro asustado por lo que estaba sucediendo.

- Yo no soy quien crees que soy Kristian.

- ¡Exacto! Hijo, ella es una vagabunda de las calles. Me la cruzé una vez en una esquina, estaba pidiendo dinero y estaba drogada. De seguro te largaste de la casa de tus padres y robaste a alguna persona- Nayara al escuchar a mi madre, la miró con mucha pena y luego bajó la mirada para mirarme a mí.

- Lo siento Kristian, no deberíamos habernos conocido- dicho esto ella salió corriendo.

- ¡Nayara!- me levanté sobresaltado sin antes mirar a mi madre con cierto desprecio por haber dicho aquellas palabras. Corrí tras ella.


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