La chica del puente (3ª parte)

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Corrí con todas mis fuerzas, pero ella al parecer era atletica o algo porque podría haber ganado la maratón. Al final la vi esconderse debajo del puente donde nos conocimos.

Bajé jadeando por la gran carrera, pero al llegar se me paró el corazón al verla bajo el puente sobre unos cartones... llorando.

Me acerqué con cuidado y me senté a su lado.

- Por favor, dime que no duermes aquí.

- ¿Me repudiarías si la respuesta fuese afirmativa?- al terminar su frase me miró con sus hermosos ojos azules bañados en lágrimas. Impulsivamente la abracé con todas mis fuerzas.

- Jamás... ¿por qué piensas eso?

- Tu madre...

- Qué más da lo que diga la gente, incluyendo mi familia... No hay nada que me impida amarte como lo hago cada día.

- ... Yo también te amo... pero tengo miedo de que el decirte la verdad pueda alejarte de mí.

- Prueba a intentarlo, no creo que nada pueda alejar mi amor por ti- ella deja de sollozar, se limpia las lágrimas y después de un breve silencio comienza a relatar su verdadera historia.

- Vivo aquí desde hace unos meses... La vez que me preguntaste el por qué de llevar una bufanda en verano... pues la verdad es con lo que me puedo abrigar en las noches. Además... no te fui sincera con respecto a mi familia. Cuando era pequeña solo conocí a una madre ausente a la cual veía todos los días ebria. Mi padre no está enfermo, de hecho se dedicó a quererme... demasiado desde que tenía apenas 8 años. Él decía que todo era por experimentar pero los padres de los demás niños no hacían eso con ellos... Mi madre supo lo que pasaba y empezó a repudiarme y a rechazarme y un día simplemente desapareció. No sé nada de ella desde los 12 años y mi padre seguía con el abuso, cada noche... Hace no mucho, se casó con otra mujer que ya tenía una niña de unos 6 años. Simplemente, no pude fingir que todo estaba bien. Así que una noche, cuando vi que iba a abusar de esa niña cogí una de las botellas de licor que guardaba mi madre cuando aún vivía en la casa y le golpeé en la cabeza. Me asusté al ver que no respiraba y grité a la niña que huyera con su madre... y yo corrí, corrí con todas mis fuerzas. Cualquier lugar era mejor que esa casa.

Cuando terminó de contar su historia, no pude pronunciar ni una sola palabra.

- No hace falta que digas nada... luego formé parte de las calles, caí a los pies de las drogas con la ilusión de olvidarme de todo. Sin embargo, te prometo que este último mes he estado fuera de ese mundo... además, no te equivocabas cuando pensaste que me iba a tirar por el puente.

En este momento la miré muy asustado, casi no podía respirar, me costaba asimilar todo lo que me contaba.

- Lo más irónico de todo en mi vida, es que cuando decidí terminar con todo, tú apareciste de la nada para impedir mi propóstio y desde entonces, este puente de la muerte y abandonado se ha convertido en el punto de encuentro más deseado... No te miento cuando te digo que me he enamorado de ti.

- Yo tampoco miento... Sin embargo... - la tomo en brazos y comienzo a caminar con decisión.

- ¿Qué haces?- ella se resiste temblando del frío que hacía esa noche.

- No digas nada- ella se calmó pero me miraba confusa. Llegamos de nuevo a la puerta de mis padres- Podéis decir lo que queráis, pero he tomado una decisión- mis padres se quedaron fríos ante mi frase y volví a caminar aún con ella en brazos.

- ¿No estás cansado?

- Pronto llegaremos a mi apartamento- cuando llegué la dejé delicadamente sobre la cama y la besé con mucha ternura- ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Dime.

- ¿Dónde vivías?

- Por la segunda calle de la avenida Mayor.

- ¿Número?

- ¿Por qué quieres saberlo?

- Sólo dímelo- respondí algo intimidante y desesperado.

- Está bien, está bien, no hace falta que te pongas así... número 8.

- Gracias... debo salir un momento, ahora vuelvo- cuando salí precipitadamente de mi apartamento podía escuchar las súplicas de Nayara para que no fuese, pero debía hacerlo.

Después de callejear unos 20 minutos, encontré la casa. Me acerqué y toqué a la puerta insistentemente. Salió un señor algo bebido y sin tener uso de razón sobre lo que hacía, le golpeé la cara y seguí golpeando aunque él estuviese indefenso en el suelo. La pelea no duró tanto como esperaba porque la policía había aparecido. En poco tiempo ya estaba entre rejas, todavía con deseos de matar a aquel hombre.

En pocas horas habían pagado la fianza.

- ¡Kristian! Menos mal que estás bien- una mujer que conocia muy bien se había avalanzado sobre mí estrangulándome en un abrazo.

- Lara... - pronuncié su nombre con extrañeza. Mi ex prometida.

- Ya no te tienes que preocupar, pagué tu fianza.

- Te lo agradezco, de verdad, pero no deberías estar aquí, nosotros ya no tenemos ningún tipo de relación.

- No digas eso hijo- mi madre había aparecido en la entrada de la comisaría y parecía disgustada. En poco tiempo ya habíamos comenzado una ferviente discusión.

- Mira a dónde te ha llevado esa chica, no deberías estar con ella, además Lara me ha dicho que se disculpa por no haber mantenido una relación agradable contigo y quiere que vuelvan.

- No, mamá, de ninguna manera, todo acabó.

- Por favor, Kristian, dame otra oportunidad, yo en verdad te quiero- fue entonces cuando Lara violentamente me agarró y me dio un beso.

- Así se habla Lara, deben casarse. La muchacha esa con la que estabas es alguien que no es para ti. Por favor, hijo. Lara es única, no dejes escapar esta oportunidad, Nayara no podría hacerte tan feliz como ella.

En este punto de mi historia, vi una persona con una capucha.

- ¿Mi chaqueta? ¿Nayara?- ella salió y empezó a correr- ¡Nayara!- me deshice de los brazos de Lara y corrí tras ella.

Después de un rato corriendo llegamos al mismo puente. Ella estaba subida a la barandilla.

- Nayara... no lo hagas, yo solo quiero estar contigo- ella se vuelve con cuidado para mirarme.

- ¿Cómo puedo estar contigo si te causo tantos problemas?- empieza a llorar.

- Nayara, pase lo que pase, mis sentimientos por ti jamás cambiarán. Tú me enseñaste que el amor realmente existía, y tan solo en unos días he sido el chico más feliz de todos.

- ¿Y esa tal Lara?

- Ella no es nadie para mí, ya lo dije, no quiero tener nada que ver con ella. El caso es... que tú completas mi vida Nayara, desde que te conocí ya no puedo vivir sin ti y estos últimos días... he estado pensando en un futuro contigo... 

- ¿Hablas de casarnos?

- Sí... solo deseo estar contigo, y de verdad que te respetaré y te amaré como te mereces. Sólo... baja de ahí, por favor- le tendí la mano con cuidado para que pudiese bajar. Ella había parado de llorar.

- Puedes llegar a ser tan cursi, pero realmente tú también completas mi vida... sin ti mi vida no tiene sentido- con una leve sonrisa ella alarga su brazo para agarrar mi mano.


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