Entre mis dedos

Podría contar como es el color de sus ojos cuando una luz tenue le ilumina la cara y cuando la oscuridad dominada por la luna lo atrapa. El deslizamiento de la tela escurriéndose nostálgica por su piel. Como se le tensan los brazos soportando su peso, como es el tacto de sus labios contra la piel, la humedad de sus dientes clavándose en el vientre. Podría describir el olor de su cuello, de su cuerpo. El aleteo de su respiración y el aumento de los latidos de su corazón. La vibración de sus comisuras cuando gime y la imagen de sus párpados apretados cuando lo hace. La forma en la que el cuello se le tensa cuando echa la cabeza hacia atrás y abre la boca para emitir un jadeo. Podría decir cómo me encanta el color de sus mejillas cuando se excita, la alternancia de fuerza y suavidad de sus manos. Como el pelo se le alborota a los lados de la frente dejando de ser un ordenado desastre a un simple desastre. Como es el tacto de su piel contra la mía.

Podría intentar describir como tiembla cuando le besas justo debajo de la oreja, el escalofrío que lo recorre cuando enlazas los dedos en el pelo de su nuca. Podría calcular la velocidad a la que corren las gotas de sudor de su frente hacia su mandíbula. Como mueren en su antebrazo. Podría escribir un libro con la forma en la que se muerde el labio inferior cuando va explotar, el murmullo de sus palabras cuando explota. Podría explicar cómo se le curvan las comisuras de la boca en un intento de sonrisa cuando se desploma en el colchón y como ésta desaparece segundos después. Podría determinar el movimiento de su cuerpo elevarse y sentarse en la cama. Su suspiro, solo uno. La imagen de la ropa cubrir su cuerpo, como se pasa las manos por el pelo hacia atrás. Y podría explicar el desgarrador sonido de la puerta cerrarse tras su pausada respiración.