Cadáver sobre cadáver
en la fiesta de la fosa común.
El mundo de los muertos estaba tan lleno que surgieron campañas contra la llegada masiva de inmigrantes. “Los nacionales primero”, ese era el lema más presente en las pancartas que encabezaban las manifestaciones. “Yo llevo muerta 1700 años. Tengo más derecho a estar aquí que esa gente que viene de fuera”, decía una ciudadana cualquiera a las cámaras de televisión.
El movimiento fue ganando fuerza, y la deportación masiva de foráneos acabó siendo el primer punto del programa electoral del partido ultra-nacionalista. En un contexto como aquel no fue una sorpresa que ganase las elecciones. El pueblo habló en las urnas, y la democracia es sagrada. En media hora en el gobierno expulsaron a todos aquellos muertos que habían llegado en los últimos cinco años. Tuvieron que resucitar y volver a los cuerpos que dejaron atrás en el mundo de los vivos. Cuerpos podridos, mutilados o convertidos en ceniza.
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