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El anciano tomó la mano del muchacho que trataba de hurtar su billetera. Sorprendido por la fuerza del hombre viejo, un exluchador de cuadrilátero, trató de escapar, pero se encontró con la cara apegada al suelo. Su brazo derecho le dolía, quiso protestar y sintió en su otra extremidad que algo le dejaba su aprehensor.
Se sintió liberado de la tenaza que lo aprisionaba y estupefacto vio un billete entre sus dedos. El viejo sonreía “Anda a cortar el pasto en mi casa y te pagaré un sueldo”.
Sin terminar de entenderlo, el exdelincuente comenzó su nueva vida.
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