MI BRAZO POR TI

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Julia despertó en medio de la noche. No fue un ruido, no fue una pesadilla; fue su intuición quien requería vigilia. Junto a ella su novio dormía, tranquilo, demasiado tranquilo.

En la oscuridad pudo distinguir una silueta ubicada en el respaldo de la cama. Prendió la luz de la lámpara, y cuando vio lo que había allí salió de la cama de un salto.

–¡Oh, Dios mío! ¿Qué es eso? ¡Martín, despierta por favor!

Martín no despertó.

En el respaldo de la cama había una criatura con la palma de la mano ubicada a pocos centímetros del rostro de su amado. Julia vio un vapor, un aliento que se elevaba; era la vida de su novio.

La pequeña criatura la miró. Sus orejas eran largas y puntiagudas. Tenía la piel de un gris verdoso, y unos ojos grandes y brillantes que mostraban una profunda. Comenzó a hablar con voz aguda, temblorosa, intentando no asustar más a Julia.

–No, Julia –dijo–; él no despertará. Vengo a llevarlo; le ha llegado la hora.

–Por favor –dijo ella–, no lo hagas.

–Lo siento, no se suponía que despertarías. Me duele cuando eso sucede, no me gusta que me vean hacer mi trabajo.

–¿Pero por qué debes llevártelo? Yo lo amo.

–Así funciona el universo, Julia. Hay una cuota de dolor que se debe cumplir. No lo entenderías. Yo tampoco lo entiendo del todo.

–¿No hay nada que yo pueda hacer para que no te lo lleves? –preguntó ella– Puedes cortarme un dedo si quieres; eso duele mucho.

–Un dedo no es suficiente, Julia.

–¿Y qué entonces? Haría lo que sea por él.

La pequeña criatura cerró el puño y dejó de absorber la vida de Martín. Luego de reflexionar unos segundos dijo su propuesta: 

–No hay mayor dolor que no volver a ver el rostro del ser amado, me llevaré tus ojos... 

Julia lloró, pero en ese momento sintió que no podría seguir viviendo sin Martín, y aceptó el trato.

–No morirá en mucho tiempo, ¿verdad? Quiero que lleguemos a viejitos juntos.

La criatura se puso unos lentes y sacó un pequeño cuaderno anillado de su bolsillo:

–Veamos… -dijo– Mi próxima cita con él será entonces…. dentro de treinta y seis años. Eso si no le dices lo ocurrido esta noche; si le cuentas deberé venir a buscarlo mañana mismo.

Con el rostro lleno de lágrimas Julia volvió a dormir. A la mañana siguiente despertó abrazada a su novio.

Martín enseguida se dio cuenta que algo no iba bien, y notó que Julia tenía los ojos blancos. Fueron enseguida al hospital. Él manejaba mientras tocaba la bocina sin parar, y casi chocó en más de una oportunidad.

El médico la revisó y le hizo varios análisis, pero no hubo nada por hacer. El diagnóstico fue degeneración macular, algo poco común a su edad. Lo más extraño fue que en el caso de Julia la degeneración fue inmediata, sin respuesta científica.  

Martín siguió con ella, por supuesto, él la amaba. Pero la convivencia se volvió difícil. Él debió dejar de hacer horas extras en el trabajo para poder hacerse cargo de los quehaceres de la casa y cuidar de ella. Mientras tanto, Julia no sabía qué hacer para mejorar la situación, y se hundía cada vez más en una depresión.

Una madrugada Martín despertó a causa de un ruido proveniente de la cocina; decenas de platos habían caído al suelo.

–¿Qué sucedió? –preguntó él.

–Estaba lavando y acomodando, y se me cayó todo.

–¡Has hecho un desastre!

–Quería ayudarte.

–Pues no lo estás haciendo, solo empeoras las cosas.

Julia se sentía inútil y lo peor, él nunca tendría conocimientos del sacrificio que ella había hecho. No podía siquiera pensar en que desapareciera de su lado, de este mundo. Se sumió cada vez más en su oscuridad, no dejando de pensar en que Martín encontraría a una mujer que pudiera devolverle la mirada, esa mirada que lo cautivó siempre y para siempre.

Martín sentía que el corazón dulce que había conocido en ella se había desvanecido en la oscuridad. Se sentía culpable de irse y dejarla, pero ya no podía tolerar el rechazo y la ingratitud de Julia. Una noche hizo las maletas y se fue cerrando la puerta con tristeza.

Julia había perdido la esperanza y la cordura, llamando a voz en grito a aquél ser que le arrebató la vista por su amado:

–¡Ven a mí! Haz que el universo quiera todo este dolor que siento ¡Quiero morir!

Mientras ella imploraba Martín también vivía un infierno. No pasaba un día sin pensar en ella; la tenía presente en todo lo que hacía. Estaba en otra casa, pero aun así la veía apoyada en cada pared, sentada en cada mueble. Cuando no pudo resistirlo más regresó para verla.

Entró al edificio, pero al intentar abrir la puerta del departamento descubrió que ella había cambiado la cerradura. 

Martín llamó a la puerta pero no obtuvo respuesta. Preocupado decidió tirar la puerta abajo y, tras llegar al dormitorio, encontró a la criatura de ojos temblorosos y tristes, devorando la vida de su amada que yacía con los signos vitales a punto de apagarse.

 

______________________________

 

A la mañana siguiente Julia despertó y notó que Martín estaba a su lado.

–¿Martín? ¿Has vuelto? ¿Cómo ingresaste?

–Estabas durmiendo profundamente y no me escuchaste, así que rompí la puerta. No te preocupes, ya llamé al cerrajero. Todo va a estar bien.

–Abrázame –dijo ella. Y entonces se dio cuenta de que a Martín… le faltaba el brazo derecho.

 

 

Autor: FEDERICO RIVOLTA


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