Hijito…
Duele dejarte en casa diciéndome “vuelve pronto”, “por qué me dejas”, “ya trabajaste en la mañana”, “me tienes que cuidar más”… Cada palabra que viene de ti es como una llama que me aviva el alma llevándome a alturas de amor infinito que jamás imaginé… pero también es un puñal directo al corazón cada vez que cierro la puerta de nuestra casa y te dejo extendiendo tu manito pequeña diciéndome “Adiós mamá, te amo”
Perdóname hijo por ser Mamá de fines de semana y de 2 horas por las noches mientras te cubro con tu sábana y te doy mi pecho para que recuestes tu carita y duermas… quisiera darte más, mucho más de mi tiempo. Quisiera vivir del aire y poder quedarme en casa contigo, llevarte al colegio, a clases de natación, fútbol. Quiero darte el almuerzo, jugar con las pistas de carros y abrazarte cada dos segundos para poderte decir que eres lo más importante en mi vida, eres el único oxígeno que necesito para mantenerme viva y con inmensas ganas de volver a mi casa todos los días y verte correr hacia a mí, y aferrarte a mis rodillas, con tu saludo: “Qué me trajiste?” y hurgar dentro de mi bolso buscando una sorpresa…
Creo no hay fuente de poder más grande para llenarme de nuevas energías para renovarme y darte en esas dos horas que quedan de tu día cada segundo, cada respiro, cada caloría que tenga en mi cuerpo para recuperar el día perdido sin estar juntos.
Y aun cuando has cerrado tus ojos para descansar y esperar un nuevo día, me siento feliz recogiendo cada juguete regado en la casa, o tus sandalias tiradas en la mitad de la sala…
Así me duermo feliz, mirándote dormir, todavía a mi lado. Peleando con el sueño, para poder mirarte unos minutos más mientras cierros los ojos con tus manos agarrando mi cara…
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