-Espera, ¿ves esa chica de allá?- Pregunto Alan a su amiga Flor.
-¿La que está repartiendo folletos?- dijo intrigada.
-La misma.-
-¿Qué pasa con ella?-
Alan no respondió enseguida. Se acercaron un poco más. Podían observar como repartía un folleto a cada persona que pasaba por ese lado de la calle. Algunos lo aceptaban normalmente, pero como si nada, lo arrojaban al suelo o lo guardaban. Otros más curiosos lo leían. Flor se preguntaba qué dirían esos folletos para llamar la atención de su amigo. Pero este no tenía ni idea, ni le interesaba. Solo observaba a la joven lo que hacía.
-Seguro esta hace horas ahí- comentó Alan.
-Claro, para eso le pagan- contestó Flor con un aire de obviedad.
- Probablemente no recibe ni un centavo.- Hizo una pausa, como su amiga no dijo nada continuó. -
- Está ahí porque lo desea. No, porque lo necesita.- corrigió.
Dicho esto observo a su amiga. Ella parecía ahora mirar detenidamente a la desconocida. Aun no estaba segura a que se refería Alan cuando decía aquello, pero esto pasaba generalmente cuando andaban juntos. Le gustaba hacer comentarios a cosas que nadie prestaba atención y de manera poco clara, como si hablara solo para que él entendiera.
-Puede ser, lo hace con mucho énfasis, y también parece estar disfrutándolo de alguna manera.- Aunque no tenía la misma convicción que Alan, y seguía sin entender bien a que se referían sus palabras.- ¿Vos por qué lo decís?- preguntó Flor intentando esclarecer la situación.
Él sabía perfectamente porque lo decía. Él mismo había convivido con ese espíritu tiempo atrás. Pero, tras la muerte de su madre, había perdido todo entusiasmo, solo se dedica a estudiar y a estar con amigos cuanto podía, aunque su participación no era la misma. Él no era el mismo, y Flor lo sabía muy bien. Esta vez hablo, pero lo que dijo no era solo para su amiga, de alguna manera también estaba dirigido hacia su interior.
-Está ahí porque lo necesita. Es una necesidad. Hay un motivo, puede ser una injusticia, algo que desee cambiar, mejorar, crear. Y dudo que gane algo más que la satisfacción de haber sido útil, de cumplir esa necesidad.- Mientras hablaba, Flor podía observar como algo iba despertando en sus palabras.- Esta ahí porque su interior se lo demanda; siente que puede cambiar las cosas y que daría todo por ello.-
No dijo nada más. Ella entendió que no se trataba de una simple observación para él. Había empezado a observar con admiración a esa muchacha.
Sin pensarlo dos veces Flor se adelantó. Dejo atrás a Alan y se acercó a la desconocida, extendió la mano para recibir el folleto y le sonrió. Observo el folleto un segundo y luego lo guardo.
Regresó con su amigo. Este, aunque no le interesaba mucho que contenía el folleto, le preguntó, estaba seguro que era algo relacionado con la sociedad. Y tenía razón, porque Flor dijo:
-Es para evitar el cierre de un comedor. Observaste bien amigo.- Les dio unas palmaditas en el hombro y siguieron caminando.
Caminaron en silencio, al parecer cada uno tenía algo en que pensar sobre lo sucedido. Hasta que Alan irrumpió:
-Sabes, sin duda alguna, si alguna vez este mundo cambia, será gracias a personas como ellas.
-Como nosotros.- Intervino Flor rápidamente, venia pensando justamente en estas palabras:
-Te propongo que hagamos algo nosotros también, hay mucho para hacer en nuestra facu por ejemplo.- Recordó la última vez que le propuso algo por el estilo, él la había rechazado, no quería hacer nada en absoluto.
Miro su cara. Este parecía dudar, así que continuó: -Anotemosno en el centro de estudiantes de la facu, escuche que estaban haciendo varias cosas interesantes.-
-Puede ser- dijo dudándolo.
Flor lo dejo pensar, no quería presionarlo y echar a perder todo, era la primera vez que parecía ser él mismo en mucho tiempo.
- Si, ¿Por qué no?- y le devolvió una sonrisa.
Flor radiaba de alegría. Lo tomo del brazo y siguieron caminando felizmente.
Sin duda, pensaba ella, haberle dicho que el folleto era de un curso de computación y que esa chica estaba ahí solo porque era su trabajo, no habría servido de nada. Él habría perdido todo ese repentino entusiasmo y seguirían caminando como si nada.
Fue así que comprendió que a veces cosas tan simples como una chica repartiendo folletos podría despertar el deseo de hacer algo. Lo que no sabía, era que también la simple sonrisa de él empezaba a despertar algo en ella, algo más hermoso que la necesidad de ayudar... Más hermoso que todo.
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