El coleccionista de relojes
Por Victoriano Sanchez
Enviado el 19/07/2016, clasificado en Varios / otros
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Un día, un buen amigo le pregunto a Ernesto.
- Tu que coleccionas relojes. ¿Cuántos tienes...?
- Pues, no lo sé.
Realmente, no se consideraba un coleccionista típico, sino mas bien un recolector. Cuando veía uno que le gustaba, y el precio estaba a su alcance lo compraba. Le hacía ser feliz, bastante feliz. Desde que comenzó a aficionarse al mundo de estos artilugios, buscar en qué países se fabricaban, cuáles eran las mejores marcas...todo lo que necesita saber para comprar un reloj, ya fueran por su fabricación suiza, o por su mecanismo de precisión.
Comenzó a acumular relojes de valor medio para luego continuar con ejemplares de mayor empaque. El primero fue un Duward, que lo extravió en un viaje a Madrid y que le encantaría recuperarlo. Como algún otro ejemplar recomprado en un viejo mercadillo.
El tesoro de la colección era un Omega seamaster, un reloj de agujas mecánico que funcionaba dándoles cuerda manualmente. Al girar la corona se comprimía el muelle que tiraba del mecanismo, poco a poco hasta que se agotaba la “reserva”, siendo necesario volver a darle cuerda cada noche. En su ausencia, esperaba entregar algún día a su hijo. Tenia especial predilección por un Tissot le locle. Poseía, también un Hamilton Kali Navy con correa de cuero, aunque no era uno de sus preferidos. Estaba convencido que la mejor joya para un hombre era un buen reloj.
Una tarde de domingo, cuando buscaba información sobre este mundo conoció una marca desconocida hasta entonces; MeisterSinger, de origen alemán con una larga tradición de relojeros descendientes de un antiguo herrero de Nuremberg, Peter Henlein que vendió hace casi quinientos años los primeros relojes mecánicos portátiles. A pesar de la lectura del tiempo sumamente imprecisa, este avance fue un auténtico descubrimiento. Pero, los relojes de pulsera se desarrollaron como una extensión de los relojes de bolsillo al principio del siglo pasado, muchos de los modelos de señora, que evolucionaron en objetos populares y funcionales durante la Primera Guerra Mundial.
El ejemplar deseado era un MeisterSinger, modelo Neo 1Z automático con caja de acero inoxidable de 36 milímetros de diámetro y correa de piel auténtica de color marrón, fabricado en Stuttgart, Alemania.
Esa mañana se levanto pensando como había evoluciona su colección de relojes, y penso que le faltaba un ejemplar de esta prestigiosa casa para completarla. Se encontraba en esa etapa en la que buscaba la calidad en su colección. De dio de alta en varios foros de coleccionistas, a la búsqueda del reloj, pero iban pasado las semanas y no encontró nada en el mercado de segunda mano.
Cuando por fin lo adquirió, observo la esfera grande y una única aguja para marcar el tiempo. Destacando el concierto armonioso de los números, que se consigue añadiendo un cero a los números de un sólo dígito. Una manecilla, de la que uno espera más sobre un velocímetro u otros instrumentos de medición, muestra el tiempo en pausados intervalos de cinco minutos. Ernesto reveló a su señora que adoran su MeisterSinger porque le hacía sentirse relajado cuando lo miraba. Tenia la sensación de que el reloj desaceleraba ligeramente el ritmo la vida. Cada mirada conllevaba una pausa en la rutina diaria, un deliberado y profundo descanso en la prisa.
Con el paso de los años, llego al extremo de comprar relojes que ni sabía dónde meterlos porque ya no tenía sitio.
Hablando con su asesor fiscal, le dijo en una ocasión:
- Tengo una pequeña caja fuerte en casa de mis padres.
- A veces pierdo la visión global de mi colección. Abro una caja y me sorprendo porque había olvidado la pieza. Pero la memoria vuelve rápidamente, porque el fabuloso objeto me trae el recuerdo y forma parte de mi.
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