La lluvia y el sol

 Si es con lluvia, quiero irme. Olvidar el frío del invierno o la niebla del amanecer. El cielo desnudo y los verdes perdidos  empujan a melancólicos viajes donde colapsa el hoy y su razón.

En el tren de la memoria, el solitario vagón de mi conciencia se mece al compás de los rieles al pasar y, quizás conduzca a aquel pueblo donde esperaba tu amor. Aquel donde la estación anunciaba los días radiantes, las sonrisas felices y un porvenir venturoso.

El porvenir…, que vino y se fue. Lleno de alegrías y logros, junto a lágrimas y pesares, en tan rápida sucesión y mescolanza que pasó dejando pequeñas marcas olvidadas. Los años las saborearon nuevamente en el rumen de la historia y, con la edad, se han convertido en la vida que viví contigo. Hubo otra antes, alborotada en el aprender, inconsciente en el sentir y obediente en el hacer. Sin profundidad, caminaba como un mosquito sobre el agua mientras producía ondas sin huellas en la superficie.

La memoria viajaba entonces entre arranques y frenadas, se hamacaba en semáforos y paradas o se perdía en las muchedumbres que alojaba el colectivo. También, en horarios extraños, bebía soledades en el suspiro de los andenes subterráneos de luces blancas o, con temor, viajaba en la sierpe mecánica que chillaba loca entre las chispas y la oscuridad hacia el corazón de Babilonia. Su mentira atrayente, su tentación engañosa y su poderío sin igual hicieron que dude, pero con sol, he de regresar.

Pasados los rigores de la mañana, alucino una primavera en cada grado de temperatura, en cada batir de alas y en cada aroma que adelanto. La memoria se despeja de tragedias como de nubes la atmósfera y reverbera el horizonte en espejismos de atardeceres bermellón.

Si hubo duda se diluye cómo gota en el mar, se esfuma y se torna vapor, pues a tu vera encuentro el calor que busco. El que con ahínco duele feroz.

Carlos Caro

Paraná, 15 de julio de 2016