El coloso de los suburbios

Con pánico y sin voz entró en el Coliseo. Miles de personas clavaban sus miradas en el asustado rostro, expectantes, deseosas de escuchar las historias de un viejo curtido en dos batallas y cientos de bares. Así, el veterano escritor comenzó a desfilar, ahora con el pulso firme, hasta la mesa colocada en el centro del espectáculo. Ya sentado, sacó las hojas que le darían de comer el resto de sus infinitos días, y, con escalofríos pero sin temblores, recitó aquellas mágicas letras, ensordecido por los aplausos y gritos de un público conectado a su alma, todos asombrados y envidiosos del mágico, extraordinario y decente espíritu que contemplaban frente a ellos. Más tarde, cuando no quedaban versos ni historias por escuchar, aquel genio salió del mundo para retornar a la realidad de los suburbios en los que habitaba su vida desde hace años, todavía borracha.