No eres tan diferente a mí

No somos tan distintos. No eres tan diferente a mí. No sirve de nada lamentarse por no tener el coche más caro del mercado o la casa con piscina enlazándose con el mar, como cuando haces el amor. Ahí sí somos completamente iguales. La unión de dos cuerpos, el cosquilleo en el estómago, los cinco sentidos en su máximo potencial.

No hablo de sexo, hablo de amor.

No eres tan diferente a mí cuando esperas a que el tiempo pase deprisa, imaginándote el gran abrazo que vas a dar a la vida cuando llegue la hora de abandonar la oficina mientras remueves el sobre y medio de azúcar vertido sobre el café de una máquina oxidada con una cucharilla de plástico, la cual retirarás su exceso de café con tu boca, arrojrás a la basura y la habrás provocado un suicidio inmediato que ni ella misma quería.

Porque yo también espero a que las manecillas del reloj avancen. No para abandonar la oficina y abrazar mi casa; para abandonar la felicidad más extrema y la depresión más profunda, y abrazar la normalidad. Y, amigo mío, más vale rutina y disciplina que infelicidad y manía.

Estás en la balanza equilibrada.

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Un saludo, feliz día y LUZ, mucha LUZ.