Separadas por amor (Parte 1)

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Me llamo Katy y os voy a contar mi historia. Desgraciadamente no será un historia bonita e ideal (ojalá fuese así), pero para que podáis entender mi situación empezaré por el principio.

 

13/04/1980   13:25   Colegio de Santa María de la Rosa.

- Quedan 5 minutos, aprisa que no tengo todo el día- escribía a toda prisa en mi papel.

- Se acabó, entrégenme el formulario- la monja pasó por las mesas recogiendo un papel con nuestro "futuro". Yo quería ir a la universidad y convertirme en abogada.

Alguien me tira un papel arrugado a la cara, molesta lo recojo del suelo y lo abro:

"Nos vemos donde siempre? Di que sí :)"

<<Marta>>. Levanto la cabeza y la miro unos pupitres más atrás, mirándome con cierta desesperación. Levanté mi pulgar hacia arriba confirmando nuestra quedada y ella se relajó sonriendo.

Sonó el timbre y todas salimos apresuradamente del aula. Todas se iban a su casa, sin embargo yo me quedaba junto a mi mejor amiga, ya que eramos del internado que tenía el colegio. Después de "disfrutar" con el potaje verde del comedor, Marta y yo fuimos al patio, a nuestro sitio habitual. Caminé hasta encontrar el gran árbol y a Marta apoyada sobre él. Me acerqué hasta que ella se abrazó a mí con entusiasmo.

- Katy, tenía ganas de estar contigo, ¿qué pusiste en el formulario?

- Nada interesante, solo ir a la universidad y esas cosas, ya sabes.

- Qué bien... yo puse que seríamos amigas para siempre- me quedé mirándola incrédula- No me mires así, ya sé que no ponía nada de eso pero lo escribí al final de la hoja.

No puedo creerlo- empiezo a reírme a carcajadas, no era propio de ella saltarse las reglas y hacer chorradas de ese estilo.

- Ya para de reirte, lo puse con cariño-me mira con cara triste y avergonzada. Me toma las manos y las suelta repentinamente, entonces, por un impulso le doy un tímido beso en sus labios- ¿Katy?

- ¿Qué he hecho? Lo siento Marta, olvida lo que acabo de hacer, fue una tont...- ella se acercó inesperadamente para darme otro beso más apasionado. Cuando nos dejamos de besar nos miramos la una a la otra algo confusas.

- Me siento rara Katy... pero en verdad siento que quería hacerlo desde hace un tiempo.

- Marta... yo...

- Escuchame, porque es difícil de decir para mí... Yo, no sé que me pasa, pero me atraen tus ojos azules, tu cabello negro, tu piel... y creo que esto que siento no es amor de amistad, sino algo más... pero por ello ¿debo ir al infierno?

- No, Marta, escúchame tú a mí, no irás al infierno porque Dios dice que nos quiere a todos por igual. Nos queremos de esa forma, y ahora lo sabemos, y de verdad que me siento demasiado feliz al saber que sientes lo mismo que yo- nos fundimos en otro beso, pero unos pasos nos sorprendieron.

- Son ellas, se estaban besando.

Vimos como una de nuestras compañeras de clase nos delataba ante la monja rectora.

- Muy bien, ustedes, vengan conmigo- asustadas nos tomamos de las manos y la seguimos mientras las demás chicas nos miraban con asco.

Llegamos a la capilla del colegio.

- Ahora rezad y pedid perdón por vuestro pecado.

- Pero... ¿Dios no dice que debemos querernos?... nunca dijo que personas del mismo sexo no se pudiesen amar, ¿no?

- Katy, será mejor que no blasfemes en este lugar o tu castigo será mayor que el propiciado.

- Pero, ¿por qué?, esto no debería ser un pecado, sino un milagro- intervino Marta.

- Se acabó, se ve que no queréis enteraros por las buenas, pues lo entenderéis por las malas- La mujer sacó un reglón de su bolso y comenzó a propiciar una brutal paliza a mi mejor amiga, intenté retenerla pero yo también recibí algún azote y golpe. Cuando terminó, me levanté con dificultad para ver cómo estaba Marta y casi no sabía si llorar o gritar. Ella yacía en el suelo, le sangraba la nariz y tenía numerosos cardenales por todo el cuerpo. Estaba bien pero... había sido la peor paliza que había visto nunca.

Semanas más tarde todo volvía a la normalidad y Marta y yo decidimos llevar nuestro amor en secreto, pero pronto todo se descubriría ya que un día estando en el patio llegó la monja rectora con un policía.

- Son ellas, haga lo que tenga que hacer.

- Muy bien, señoritas, será mejor que vengan conmigo- le seguimos sin rechistar mientras la monja cerraba la puerta principal del colegio a nuestras espaldas. ¿A dónde nos llevaría?

Llegamos a la comisaría y vimos a un señor gordo leyendo expedientes de criminales en su pequeño despacho.

- Aquí están- el policía se dirigió a las celdas a ocupar su puesto.

- Con que ustedes son las enfermas- comienza a reír- Dios mío, cada vez son más jóvenes. De acuerdo, os curaremos, por ahora tendréis la protección del menor, pero cuando cumpláis los 18 en apenas dos añitos que os quedan... recordad que si no estáis curadas, la cárcel no será benevolentes con vosotras y no esperéis que las monjas de vuestro colegio os puedan sacar de aquí- vuelve a reír respirando mal y tosiendo por el puro que estaba fumando- Está bien, llévenselas a la cárcel de los enfermos mentales, pero no les hagáis daño.

Dos hombres nos llevaron hasta dos celdas contiguas. Esa vez pensé que jamás la volvería a ver. Cuando entré en esa celda sin ventanas, vi dos literas. No había nadie. Estaba a punto de llorar al verme en esa situación y desesperadamente pegué el oído en la pared intentando encontrar la voz de Marta, pero era inútil. Llorando me senté en la litera de abajo.

- ¡Joder! Levanta tu gordo culo de mi cara- me levanté sorprendida por la voz y entonces vi a una mujer corpulenta salir de debajo de la cama- ¿quién te crees que eres para despertarme?

- Perdona... yo pensaba que estaba sola.

- ¿Estabas intentando escuchar a través de la pared?

- Sí... quizás...

- No lo sigas intentando.

- ¿Por qué?

- Las paredes están insonorizadas, no escucharás nada pero además... - ella señaló a la cámara que había en la esquina y puso un dedo en sus labios- pueden oírnos y vernos.

Me acerqué a la cámara mirandola con asombro.

- Bueno, ¿por qué te han metido en la celda de los locos?

- Por querer a mi mejor amiga.

- Uuuh, eso es serio... una vez también quise a una mujer y no quiero volver a probarlo.

- ¿Por qué?

Ella se acercó a mí y me susurró al oído: "Porque me violaron". Se aleja un poco y comenzó a reír alocadamente, a correr de un lado a otro.

- ¿Habéis escuchado? ¡Porque me violaron!- se rie y habla a la cámara hasta que abren la puerta y dos hombres la sacan a rastras mientras ella les insultaba. Volvieron a cerrar la celda y estaba temblando. Lentamente caminé y subí hasta la litera de arriba. Me acurruqué y abracé la almohada con fuerza mientras intentaba dejar de llorar.

Debía ser de madrugada cuando abrieron mi celda y trajeron a mi compañera, parecía que tenía algunas heridas y moratones y estaba temblando. Cuando cerraron la celda ella se arrastró poco a poco hasta debajo de la cama.


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