CUANDO TE ENCONTRÉ (3)

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ALEXANDRA 

Aquel paseo por la orilla había cambiado algo las cosas. Alexandra se dio cuenta de que estaba muy agusto al lado de Ethan, se dio cuenta de que se rozaban suavemente sus manos, sus brazos, que los ojos no podían dejar de mirarse el uno al otro. Ella se preguntaba "¿Dios, habrá sentido él lo mismo que yo? ¿Habrá sentido por dentro este fuego que a mí me quema cuando lo tengo cerca?" La respuesta era sí, sólo que ella no lo sabía, todavía.

Lo que sí sabía es que se había enamorado de él. No tenía otra forma de definir lo que, hasta ese momento, nunca había conocido. El sentimiento era hermoso pero también inquietante, dentro de Alexandra revoloteaban millones de mariposas, algunas contentas ante lo nuevo, otras miedosas frente a lo desconocido.

A veces, cuando Óscar le proponía a Ethan algo sobre quedar con alguna chica, ella notaba la incomodidad en su rostro duro de hombre, y solo cuando contestaba esquivamente con un "no creo" o "ya veremos" y la miraba a ella, se le dulcificaba la expresión. Óscar no sabía nada,  no podían culparle  pero ¡como sufría cuando lo imaginaba besando a otra chica que no era ella! 

Una tarde de tantas de las que Alexandra se preparaba para ir a patinar, sus padres no estaban porque habían salido con unos amigos. Estaba en su habitación terminando de vestirse con unos pantalones cortos de deporte y un top. Se colocó sus patines y se puso su mochila en la espalda. El pelo se lo recogió en una larga coleta.

Salió de su habitación para decirle a Óscar que se iba. Siempre lo avisaba, era una costumbre que tenía desde niña, cuando él la protegía de todo y le decía, en una actitud muy de hermano mayor, que siempre debía decirle adonde iba. Alexandra llamó a la habitación de su hermano y casi se le descuelga la mandíbula al ver que era Ethan quien había abierto la puerta, pero un Ethan sin camiseta, mojado por una ducha y solo con una toalla en la cintura. Se quiso morir de la vergüenza.

-"Perdón, no sabía... bueno que pensé que Óscar..." intentó balbucear, porque la visión del pecho desnudo de Ethan  la había dejado casi sin palabras, sin respiración, seguro que con cara de idiota. Pero es que tenía un pecho espectacular, bronceado, brillante por la ducha, y eso que no quería mirar más abajo, donde la toalla se cernía en esas caderas tan sexys.

-"Tu hermano acaba de salir Alexandra, pero no creo que tarde. ¿Pasa algo? ¿Puedo ayudarte yo?" Le contestó él amablemente mientras se ponía una camiseta verde militar del ejército.

-"No, sólo era para decirle que me iba, gracias" le contestó ella cabizbaja. Ethan la sujetó de la barbilla para que lo mirara y sus ojos se encontraron, sus rostros seducidos el uno por el otro. Él la rodeó de la cintura y la atrajo hasta pegarla contra su pecho, bajó el rostro para pegar su frente a la de ella y le susurró en voz baja, cargado de deseo:

-"No sabes cómo he deseado tenerte así" Ambos respiraban entrecortadamente y Alexandra podía oír los latidos de sus corazones acelerados. "No tengas miedo, sería incapaz de hacerte daño" le dijo él a escasos milímetros de su boca. Alexandra podía notar el cálido aliento de él. 

-"Lo sé" Contestó ella ruborizada. Ethan le acarició la mejilla con sus dedos y pegó sus labios a los de ella con mucha delicadeza. Alexandra se sentía tan débil que temía desmayarse de amor en sus brazos. Tímidamente, ella posó sus manos en la cintura de él. Sus labios se rozaban al principio vacilantes, pero en un momento dado, Alexandra sintió la lengua húmeda de Ethan pidiéndole paso y ella abrió su boca poco a poco. Después, todo surgió como la naturaleza, como la vida misma, y aquel beso se tornó apasionado, bocas, lenguas y deseo. Alexandra no se había dado cuenta, pero estaba pegada a la pared, atrapada entre esta y los fuertes brazos de Ethan. No podría describir con palabras lo que pasó por su cuerpo mientras se besaban, solo deseaba que aquel beso no tuviera final.

Cuando separaron sus bocas, Ethan, llevado totalmente por la emoción, le dijo:

-"Eres preciosa" y ella no podía mirarlo. Él sonrió, y la abrazó estrechándola contra su pecho.

ETHAN

Aquel paseo por la orilla había significado mucho para él. Tenía que aclarar sus ideas y poner en orden sus sentimientos. Sabía que Alexandra no era como otras chicas más lanzadas que hubieran aprovechado sus miradas y sus roces para tener algo con él, ella no, ella se ruborizaba solo con tenerlo cerca y por eso debía tener cuidado. Y también le preocupaba mucho lo que Óscar pudiera pensar, no quería engañarlo.

Aquella tarde los padres de Alexandra habían salido y Óscar le dijo a Ethan que debía ir al taller un momento para una cuestión de su moto. Él decidió meterse en la ducha y cuando estaba en la habitación de Óscar, con la toalla en la cintura y el pelo aún mojado, llamaron a la puerta. Se quedó muy sorprendido cuando vio a Alexandra, que buscaba a su hermano para decirle que salía a patinar.

Ethan no pudo contenerse por más tiempo y la cogió por la cintura para atraerla hasta él. Poco a poco se acercó a su boca y la rozó con sus labios. Los de ella los notó temblorosos, pero suaves y deliciosos. Ethan se atrevió a rozarla con su lengua, insistiendo despacio para que ella abriera la boca, y lo hizo. Él sentía que le iba a estallar el corazón en el pecho, jamás un beso lo había hecho sentir como si nada más existiera, Alexandra era muy dulce pero también podía ser apasionada cuando se dejaba llevar, y era absolutamente excitante verla derretirse entre sus brazos y consumida por sus besos. Se había enamorado de ella, nunca nada fue más claro en su vida.

Debía hablar con Óscar y decírselo. Pero también con Alexandra, explicarle lo que sentía por ella, que no había sido un beso cualquiera para él, que deseaba estar con ella. La vida para Ethan cobró un nuevo sentido.


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