Reencarnación

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 Carmelo luchaba por ser feliz, a pesar de que su familìa ya solo le quedasen las fotografías que demostrasen que de verdad tuvo una, a pesar de que a su gato Totoro quisiera tirarse por la ventana y él mismo tuvo que recoger su cadaver de delante el portal para tirarle al contenedor, y hacer como si nada, sin demostrarle lo que significaba perder la unica compañia que tenía desde la muerte de su padre. A pesar de que cada día viera al profesor que le hizo una infancia no muy feliz, él cual seguía demostrando su antipatía por aquel alumno que no pasaría de barrendero. A pesar de que siempre llegaba tarde al trabajo y a todos los sitios, tal vez por ese panico a salir al mundo esterior donde siempre fué herido, pero cada herida era hecha de nuevo sobre la anterior sin dejar cicatrizar la anterior, hasta que la herida era tan profunda como una sima sin suelo. A pesar de ver a quien alguna vez se burló de èl y ahora presumía de descapotable y mujer despanpanante, mientras él recogía cacas de perro como buen trabajador del Ayuntamiento.  Siempre paseando ese carrito y el cepillo desgastados. A pesar de todo luchaba por ser feliz. Por eso la felicidad solo podría presentarsele en forma de desdicha porque ya solo se había acostumbrado a ver cada movimiento de la vida como algo negativo. Un gato perdido, eso bastó, Carmelo no quiso saber de otro gato porque si los acoges tienden a tirarse por la ventana cuando menos te lo esperas. Pero este gato siamés, recién aparecido se le arrimaba miagando y después de darle muchas vueltas lo metió en el carro con destino, su casa. La dueña del gato lo vió despuès de dar muchas vueltas durante horas, al verlo de lejos no pensò. Carmelo derrepente miró al carro y vió una mujer que sostenía al gato como quien sostiene un hijo perdido y reencontrato. Carmelo no lo sabía pero ese gato que había saltado por la ventana del piso de su dueña, sobreviviendo y acabando en su carro. Acababa de unir a dos personas para hacerlas felices.   


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