2:00 a.m.

2:00 a.m., no consigo conciliar el sueño.

Es agosto, y hace mucho calor. Los vecinos están celebrando una fiesta, la música está alta, se oye ruido, voces, risas.

Oigo a dos personas discutir, están borrachas, llegan a las manos, sin embargo otras tres personas intentan separarlas sin éxito. Van tan bebidos que apenas se tienen en pie.

Una vecina se asoma a la ventana y amenaza con llamar a la policía.

No puedo más, la cabeza me estalla, mucho ruido, mucho calor. Siento que voy a perder la cabeza, grito, grito y esa panda de borrachos no me hacen caso.

Pienso, ojalá desaparecieran, ojalá dejaran de hacer ruido, no lo aguanto más.

El ruido cesa, no se oyen voces, no hay borrachos, no hay música…

Me sorprendo, me asomo a la ventana y no hay nadie, es como si hubieran desaparecido, me acerco a la casa donde se celebraba la fiesta, no hay nadie, los vasos están en el suelo, algunos están volcados sobre una mesa goteando, la comida está a medio comer, alguna está en en la barbacoa, veo… ropa en el suelo, no hay nadie, es como si se hubieran evaporado. Ya no existen

¿que ha pasado?

De repente, una luz me ciega, me deja mareado, no se de donde viene, es blanca y muy intensa, acompañada de un ruido estridente, y como un fogonazo desaparece en la nada.

No se que pasa, me siento desconcertado. Miro mi reloj y está parado, marca las 2;00. Llego a casa y encuentro una nota que dice “tus deseos son órdenes” y desfallecí.