Leonora

                                         LEONORA

_Tengo una cosa para ti_ dijo por teléfono.

Le gusta llamarme cuando no esta en casa, mejor dicho, me acribilla a llamadas, aunque confieso que es algo que me encanta.

_ ¿Qué es? Conteste yo

_ No te lo voy a decir, cuando llegue ya lo veras, pero te gustara.

Yo le insistí en que quería saber, soy curiosa y no tengo espera. Pero no hubo manera.

Era el mediodía de un día con sol en invierno, llego a casa cargada con un paquete pequeño. Con voz de entusiasmo, nada mas abrir la puerta, dijo:

_ ¡Mira, lo que te he comprado!_

Yo me acerque a recibirla y así, en forma de regalo llego hasta mí aquel libro con nombre de mujer.

Me contó que lo había extraído de entre el montón de libros que estaban de oferta, el precio era muy asequible y no había podido resistirse, ya que en la portada  venia el dibujo de uno de mis cuadros preferidos y pensó que por eso solo ya me gustaría.

Le di las gracias, se que estaba un poco emocionada, no sé porque, pero siempre que me regalan algo me emociono.

Rápidamente lo manosee, sus hojas son del grosor perfecto al tacto, es de esos libros avaenillados, bueno así es como yo los llamo. Ese tono amarillento que los caracteriza y ese olor a vainilla que desprenden haciendo que  tengan un atractivo delicioso.  Le eche un vistazo para saber de que trababa y, lo primero que pensé fue:

¿Que puede importarme a mí, una musa ficticia inventada por alguien poco reconocido como escritor en esos momentos?

Así que, lo deje allí, en ese rincón que tanto me gusta, encima de una pequeña mesita junto a unas hojas de notas, un par de libros más y ese florero de cristal al que adoro y me puse con otras cosas.

Pasaban los días y el libro con nombre de mujer allí estaba, aparcado en el mismo sitio donde lo deje el primer día.

Y llegó la primavera. Dicen que cuando esta llega, algo se altera y puede que sea cierto, a mi es como si se me abriesen las ganas de hacer cosas y junto con estas,  reaparecen muchas de mis inquietudes.

El caso es que decidí empezar el libro con nombre de mujer, por cierto, se llama Leonora.

A la quinta pagina me atrapo, me envolvió como en una telaraña, me sentía como en un sueño que viene del mas allá.

Esperaba el momento justo para volver a leer y muchos párrafos los releía una y otra vez.

Su manera de contar esa vida, la de una mujer que robaba el alma a cualquiera, siendo capaz de encarnar un ideal de belleza femenina surgido de la fusión de los colores de un pintor y la música. No conformándose solo con el papel de musa. Reivindicando su derecho a la creación artística, luchando por ese espacio de libertad con que soñaban las mujeres de su época, en aquella Viena de principios de siglo, una ciudad en plena efervescencia.

Leonora hizo que descubriera a Alma Mahler. Una mujer con una vida apasionante, que despertó en mí, verdadera curiosidad al igual que inmensa admiración.

Leonora para mi es como un perfume. Me enseño, que el entorno personal debe ser como un arte del alma y que la tarea más importante del arte no es ser un placer estético, sino enseñar lo que es placer.

El arte es un excelente maestro para el hombre y yo no puedo concebir el arte desde un lugar liberado de sensaciones y sentimientos. Necesito que me provoque, que me provoque impacto, terror, amor, placidez, odio. No me vale sin ningún  tipo de fascinación.

Leonora tenía una fuerza hechicera, daba firmeza y seguridad a sus pasos. Enseñaba su cuerpo desnudo, dejaba de ser mujer para convertirse en arte. Otras veces decía que oía la música dentro de ella, que la escuchaba en sueños, que el subconsciente ejecuta lo que nosotros queremos de día y no nos atrevemos a decir.

Ahora, Leonora esta la repisa de arriba de mi cama, junto con otros tres de los imprescindibles, de vez en cuando leo lo subrayado de las hojas dobladas y vuelve a mí ese perfume.

Muchas noches me pregunto ¿los sueños, tendrán música de fondo?