Mi vecina Vicky. ¿Cliché? (Sexta parte).

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Sonriente y satisfecho, como quien busca restregar la victoria en la cara de su contrincante, me puse de pie y la seguí con la mirada. Su posición esquiva me daba una mayor sensación de control que ahora pasaba a un terreno totalmente distinto de lo sexual. Ese sentimiento de dominio sobre quien estaba de pie, tan dispuesta y entregada, sorpresivamente me hicieron pensar en mi vecina. En ese momento la quería ver así como a Diana. Nunca podré saber si es por competitividad asquerosa o simplemente un enfermizo deseo de control, de igual manera ni una ni la otra me disgustaba.

Sin temor de ver nacer lo que seguramente sería una obsesión, en mi cabeza, Diana tenía el cabello negro, esto me hizo besarla con más ímpetu, apretarla contra mi cuerpo con más deseo.

"Toc toc toc" — Susurraba la puerta y el breve trance se desvaneció—. No tardé ni dos segundos en agregar esta nueva variable al juego y susurré en su oído:

—Se me ocurre una idea, ¿me sigues?

Sin poder verme a los ojos aún, asintió con la cabeza. La tomé de la cintura, hice presión apenas sobre su espalda para guiarla hacia la mirilla de la puerta, de inmediató se apoyó sobre ella arqueándose y sacando el culo de una forma que ninguna chica inocente incapaz de establecer contacto visual haría.

—Quiero que veas por la mirilla quién es. Descríbeme a la persona.

De inmediato la hice sentirme. Tomé con fuerza mi verga y la restregué en su caliente y húmeda entrada. La sentí contonearse. Lo estaba disfrutando tanto como yo.

—E... Es una mujer. Morena, cabello negro.

Se me erizó la piel, el objeto de mi obsesión estaba a dos metros de mí mientras me estoy follando a otra chica. La situación me volvía loco por completo. 

—Se ve un poco impaciente. 

Lo decía con gusto y morbo. Simplemente no pude aguantar más y empujé. Entraba suave pero constante. La sentí suspirando conforme avanzaba dentro de ella.

Gimió y se sorprendió. Tanto que llevó de inmediato la mano a su boca en un inútil gesto por deshacer lo que ya era obvio.

—¡Se dio cuenta! ¡Se dio cuenta de lo que estamos haciendo!

Eso fue la detonante definitivo. La tomé de las caderas y empecé a cogerla fuertísimo. La jalaba hacia mí con furia, imaginando a mi vecina tras la puerta. Era una locura. Un frenesí enfermo. Salía por completo sólo para entrar de golpe una y otra vez mientras la imagen de Vicky al otro lado de la puerta era más vívida conforme las embestidas eran más duras. Un azote tras otro, no paré hasta dejar mis manos pintadas en sus nalgas.

—Para... para ya.

Justo cuando pensaba que no podía haber un aliciente más en esa situación, Dianita me dice que pare.

La tomé del cabello violentamente jalándola con determinación sin dejar de bombearla. 

—¿En realidad quieres que pare? Aún siendo así. ¿Crees que en este momento en realidad importa lo que salga de tu boca? ¿Crees que voy a dejarte ir cuando tu cuerpo está ardiendo como ahora? ¡Por favor!

Estaba fuera de mis cabales. 

—Dime qué hace ahora —dije enterrando mis dedos en la piel de sus caderas.

—E...Ahh.. Está sorprendida. O... o enfadada no lo sé. ¡Me corro! ¡por favor para!

¿Te corres? —Dije casi enfadado—. ¿Te corres y no dejas de mover el culo cabrona? 

Disminuí el ritmo intencionalmente para prolongar su tortura, pero lo hacía más duro. Salía totalmente para empujar más duro y sentir mis huevos chocar contra ella.

—¡Toma! ¡Toma! —Como quien pretende dar un escarmiento—. La sentí contraerse, bufar, maldecir.

Salí por completo de ella y aprovechando su estado la guié para que se pusiera de rodillas mientras me masturbaba como loco a un par de centímetros de su cara.

Dispuesta y desencajadamente sonriente gemía y me pedía leche.

Abrió los ojos sorprendida al verme abrir la puerta inmediatamente después del segundo aviso de la puerta. La tomé del cabello y la hice verme a los ojos mientras que la puerta daba paso a la imagen de mi vecina con gesto desconcertado.

—Mírame y abre bien la boca —dije con autoridad a Diana—. Me corrí como nunca. Empujando mis caderas como si aún estuviera dentro de ella para inmediatamente después dejar salir chorro tras chorro. Algunos en su cara, otros directamente en su boca, era difícil distinguir dónde puesto que mis ojos se postraban directo sobre mi vecina.

Short rasgado, blusa estampada ceñida al cuerpo. La notoriedad de sus pezones a través de la tela delataban no sólo su estado actual, sino sus intenciones. Ella veía a Diana y a mí alternadamente. Sorprendida y excitada me sostuvo la mirada mientras me corría y gemía tras tras cada empujón.

—Vecina... ¡qué sorpresa! Como verás, no es precisamente el momento adecuado. 

Sin dejar de sujetar a Diana por el cabello y manteniendo la mirada fija en Vicky, aguanté un gesto medianamente decente mientras las últimas sensaciones eléctricas recorrían mi cuerpo entero.

La veía con deseo, aún cuando segundos antes me corrí, ella lo notó al instante y pasó ambas manos por sus tetas regalándome una de las más deliciosas imágenes tirando de sus pezones por encima de la ropa,  mordiendo sus carnosos labios, frunciendo el ceño y dejando escapar un breve pero delicioso gemido.

En cuestión de segundos, logró el efecto que yo estaba buscando provocar en ella durante todo el espectáculo previo.

Se percató de esto y se despidió de mí y de Diana cordialmente como quien lo hace de sus amigos después de una amena charla. Y así, como si nada, hizo su movimiento dejándome el siguiente a mí. O quizá cerrando la posibilidad a cualquier otro y declarando el fin del juego. ¿Quién sabe?

 

Continuará.

R.

 


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