El Anagrama (Parte Dos - Final)
Por EM Rosa
Enviado el 23/02/2012, clasificado en Ciencia ficción
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El funeral fue a ataúd cerrado, sencillo y muy sentido pero Matías no encontraba consuelo. Por más que padres y hermanos trataran de llevarle alivio, no podía salir de su enorme pena.
Había perdido a su mejor amigo y eso, para un adolescente es una pérdida letal.
Pero los meses pasaron y la vida sigue. Un día sus padres le anunciaron que habían puesto en venta la casa de Emilio y que, con toda la pena del mundo, había que desocuparla ese mismo domingo. Era lunes y Matías, juntado coraje, le solicitó a sus padres le dejaran ir solo a la casa. Sus padres cruzaron una mirada y luego la enfocaron, condescendientes, sobre el chico.
- ¿Crees que te hará bien?.
Matías asintió con la cabeza pero sabía que iba a ser un trance doloroso.
Fue así que lo llevaron hasta el domicilio y allí le dejaron no sin antes advertirle que lo recogerían en una hora, no más. Matías se enfrentó a la puerta de la casa introdujo la llave en la cerradura y dio comienzo al misterio.
Una vez adentro cruzó el living deambulando por la vivienda y mirando cada objeto de cada metro cuadrado, hasta que llegó a la pequeña salita donde estaba la computadora. Sin saber porque se sentó ante la pantalla y encendió la máquina. Acto seguido abrió el explorador de Internet y sin más se fue a la página del mail de Emilio. El mismo Matías fue quien le había creado el correo por lo tanto se sabía nombre de usuario y contraseña. Ante él apareció la página principal del servidor. Matías abrió la bandeja de entrada. Aparecieron varios mensajes del mismo Matías y otros tantos de un tal ABUL_AALI asentado en un servidor que Matías no conocía. Cuando intentó abrir uno de los cinco que había este no respondió y se borró de la bandeja. Intentó con otro con el mismo resultado, no se mostraban. Desorientado se preguntó quién sería el astuto que lograba proteger sus mensajes de manera tan sofisticada. Abrió otra copia del explorador y tipeó en Google el dominio del servidor. Arrojó pocos resultados y ninguno era un servidor de mail. El identificador, ABUL_AALI, sonaba a árabe o turco, Matías estaba totalmente desconcertado. Siguió deambulando por la casa hasta que se enfrentó con el sillón preferido de Emilio, aquel donde lo encontraron muerto. Lo miró a lo ancho y a lo largo. En el extremo izquierdo había una pequeña mesita de noche con una antigua lámpara encima, junto a la lámpara un block de notas y un lápiz. Sobre la primera hoja se leían unas palabras encolumnadas. Matías tomó el block pero un primer vistazo solo arrojó confusión dado que ninguna palabra parecía tener sentido. Pero una nueva mirada le arrojó plena luz cuando observó que en la cima de la hoja había una palabra subrayada: ABUL_AALI y el resto de las palabras eran anagramas, combinaciones distintas de las letras de la palabra que encabezaba la hoja. La letra era de Emilio, para Matías eso estaba claro. Lo que no entendía era que buscaba su abuelo con ese jueguito. Los distintos anagramas se sucedían por espacio de tres hojas.
Hasta que Matías llegó al anagrama final, subrayado con tanta vehemencia por su abuelo que rasgó la hoja de papel. El chico quedó boquiabierto y conmocionado. La lectura de esa frase cambiaría para siempre su forma de ver la vida.
Muchas veces la fe es algo en lo que queremos creer, sin lógicas ni razones ni cuestionamientos. Queremos creer y punto, y lo que se instaló en la mente de Matías ese día fue una fe tan pura que no admitía relevamientos de ningún tipo. Matías supo que su abuelo se fue de propia voluntad, se quiso ir Porque alguien lo llamó. No interesaba que decían los mails extraños ni porque no se podían abrir, ni tampoco importaba el inexistente servidor, ni el mero hecho de que Emilio quizás tampoco los pudiera abrir. Lo que si importaba era el anagrama final que rezaba: LA ABU ALI, que era la manera en que Emilio se refería a su esposa delante de sus nietos.
FIN
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